Dar un trago al agua de una lata de aceitunas se puede llegar a convertir en todo un lujo cuando la alimentación está tan limitada a cocos y mangos. Ninguno de los dos grupos escogieron principalmente comida como recompensa de la última prueba, ganada por los anónimos una vez más. Planteado el dilema entre dar peces o enseñar a pescar (en este caso ayudar con los instrumentos necesarios) eligieron esto último. Pero tienen que usar las herramientas de supervivencia porque en caso contrario morirán de inanición.
Ya sé que la organización no dejará que esto ocurra, aún así es inútil tener cerillas, anzuelos y una cacerola pero no atreverse a hacer fuego, o apenas salir a pescar. Eso es lo que estamos viendo, a pesar de los planteamientos razonables y sensatos de algún famoso, como Mireia Canalda. Es lo mismo de siempre, si se puede pescar de sol a sol haciendo turnos parece incomprensible que no lo hagan. ¿No nos preguntábamos esto mismo el año pasado? Lo ha repetido la guapa concursante por activa y por pasiva. Se puede pescar durante doce o más horas cada día. ¿Por qué no lo hacen?
Si emplean en la labor de la pesca tres o cuatro horas nada más, con la excusa de que apenas capturan un pez pequeño o dos, una elemental regla de tres nos lleva a la conclusión de que podrían estar capturando cuatro o cinco veces más, eso sin pescar en noche cerrada. O sea, podrían tener cada día entre diez y quince peces que llevarse a la boca. Uno entero, por pequeño que sea, para cada uno. ¡Por lo más sagrado! No entiendo la razón para no hacerlo. ¿Acaso prefieren morir de hambre? Ya sé que no es sencillo pescar y las herramientas a su disposición no son buenas. El hilo no entra en los anzuelos más pequeños y no les facilitan casi plomos. Además, van perdiendo anzuelos durante la semana, lo cual es inevitable. Pero lo que no se intenta no se consigue.
Algo parecido es lo del fuego. El jueves pasado consiguieron nueve cerillas, las únicas que tendrán hasta el final del programa. Aún no han intentado hacer fuego. Es evidente que si no las usan les pueden durar hasta el día del juicio final. Pero se quedarán sin fuego. La supervivencia se basa fundamentalmente en conseguir alimentos, pero también ayuda tener fuego. Primero porque les servirá para cocinar lo que vayan consiguiendo. No olvidemos que en las pruebas de recompensa les van dando cosas, si bien son siempre en cantidades insuficientes. En esta última podrían haber conseguido arroz, por ejemplo. Pero claro, ¿para qué el arroz? si no hay fuego.
Es un proceso interactivo en el que la dificultad de disponer de todos los elementos necesarios no les debe hacer desaprovechar la oportunidad de sobrevivir con solo una parte. Sin fuego no sirve de nada tener una cacerola para cocinar. Sin cacerola (y fuego) no pueden hacer el arroz. Y, volviendo al origen, sin una lona para cubrir el fuego es muy probable que se queden sin este durante la primera tormenta. Por su parte, sin anzuelos no hay pesca. En conclusión, sin pesca ni arroz no se podrán alimentar mínimamente. Ellos sabrán lo que hacen.
En la prueba de recompensa luchaban ambos equipos, uno contra el otro, como ya es norma. El que consiguiese una puntuación mayor elegiría primero cambiar los puntos por las recompensas, quedando los perdedores a expensas de las sobras, aunque pudiendo igualmente canjear sus puntos. Las recompensas y su coste en puntos, según se lo comunicó Eva González, eran las de la siguiente lista:
1 Pastel de chocolate - 30
1 Pollo asado - 25
1 Kilo de arroz - 20
5 Latas de Comida - 18
3 Cervezas muy frías - 16
5 Esterillas - 15
1 Lona - 14
1 Kit de pesca - 12
10 Kilos de leña - 11
1 Ducha - 10
1 Saco de ropa - 8
1 Cacerola + 1 Cuchara - 8
El juego consistía en coger unos aros con los puntos estando todo el grupo atado con cuerdas elásticas, por lo cual debían esforzarse en estirar lo suficiente para llegar a las puntuaciones mayores, más alejadas de su punto de partida. Era importante tener las fuerzas suficientes y eso fue fundamental para el triunfo de los anónimos. Estos eligieron la ducha (que disfrutarán mañana en la gala), las latas de comida y la ropa de Bea. En total, 36 puntos.
Los famosos se quedaron con el kit de pesca, la cacerola y el saco con la ropa de Perdi. Solo podían recuperar la ropa de uno de ellos, por lo cual echaron a suertes a quien le iba a tocar entre él y Guillermo. En total, 28 puntos de los 30 conseguidos. Esta elección no estuvo exenta de polémica. Rafa se quejaba después de que se hubieran decantado por la cacerola, pero no se le escuchó argumentar en contra justo cuando debía haberlo hecho. Es una postura algo cobarde echar a los demás las culpas de decisiones comunales en las que uno mismo puede influir.
La vuelta de la prueba es una odisea por tierra, mar y aire. No es una expresión, deben coger primero un todoterreno, luego se desplazan en helicóptero y finalmente llegan a su isla en barca. Un viaje tan largo da para mucho y hemos visto a Mireia y Carla haciendo conjeturas sobre la vida de la legionaria entre los anónimos. Lo que más les llamó la atención fueron sus abrazos con María José. También la insistencia de Bea en que no le habían picado nada los mosquitos. Y para rematar el tema, sufrían al haber sabido que en la selva se come más y mejor.
Empezando por el final, no deja de ser una exageración que Bea diga: "Comemos de todo". Mireia tenía razón una vez más al concluir la conversación diciendo "da igual como esté Bea". Lo incomprensible es el llanto posterior de Bea pensando en el estado precario de sus compañeros cuando poco antes les había restregado por los morros lo bien que vivían en la selva. Mireia decía que Bea les miraba a cada abrazo para ver si la estaban viendo. Para Carla deben ser abrazos de verdad o en caso contrario no lo haría. Pero la catalana concluye con una observación interesante: "A mí también me abrazaba y besaba el jueves y luego me miraba con odio". Se supone que su nominación influyó en ese cambio.
En realidad los anónimos no están tan bien alimentados ni, por supuesto, comen de todo. La misma Bea lo dice cuando le ofrecen dar un trago a la lata de aceitunas: "Algo salado, qué bueno". La alimentación allí se limita a ciertos frutos, como el mango. Aparte de eso tenían unas latas de las dos cajas de comida iniciales, a las que sumarán las conseguidas ahora. Por cierto, latas sin etiqueta ni identificación, por lo cual deben adivinar su contenido antes de abrirlas. Todo un espectáculo supone abrir una lata a machetazo limpio. Para quien no lo haya visto le aconsejo busque la imagen de María José en medio de tan delicada misión durante el resumen de ayer.
Volviendo al principio, en la selva tienen mango y en la playa peces. No deberían estar mucho mejor alimentados los primeros. El problema es aprovechar los recursos a su disposición. Ya pueden disponer de un vergel a escasos metros de ellos que si no van a por sus frutos se quedarán sin probarlos. Y en caso de necesidad siempre pueden recuperar la receta de la sopa alucinógena de Cuca. Los antecedentes están para algo y ese no es de lo más recomendable pero mucho mejor que seguir pasando hambre. Ahora que tienen cacerola ya pueden aprovechar, encender de una puñetera vez el fuego y cocer cangrejos, erizos, caracolas y lo que encuentren por allí. Al menos comerán algo caliente, y eso siempre arregla un poco el cuerpo.
No sé qué hago dando consejos no pedidos y, aún peor, imposible de ser escuchados por sus destinatarios. Además, aún tendrían que conseguir la lona y la leña para asegurarse un fuego estable donde cocinar lo que fuera, incluso sopas de propiedades extrañas e inciertas consecuencias. Les queda un poco de sufrimiento todavía. Por otra parte, me alegro de que no les pueda nadie reprochar haber preferido comer el pastel o el pollo en lugar de asegurarse elementos básicos para su futura supervivencia. De todas formas, en su caso igual les viene bien que les metan un poco de caña (Jesús Vázquez esto lo hace muy bien) para ver si espabilan y se ponen un poco las pilas.
Las cabras bien, gracias. Eso sí, poca leche da la pobre madre. Lo dice Bea con la gracia que acostumbra: "Da menos leche que si ordeñas a un jilguero". Y parte de la leche se la lleva la pobre cría, que también tiene derecho. Como esto es supervivencia creo que se han equivocado al hacer la cerca común para que estén juntas las dos. Si les separan, la cabrita pequeña no podría quitarles la leche. Aunque claro, si se les muere la pobre tampoco superarían la prueba. ¡Qué complicado es esto de sobrevivir!
Vuelvo a ofrecer hoy cuerpos para el pecado. Bueno, igual no todos lo son. Esta vez les toca a Óscar, Perdi y Miguel.