La importancia de una simple hamaca
Si hay algo típicamente caribeño eso es una hamaca. La palabra procede del taíno (hamaka), raza indígena dentro de la familia lingüística arahuaca y procedentes de lo que hoy es Venezuela. Taíno significa 'bueno o noble', y de su lengua hemos heredado un buen puñado de palabras, casi todas divinas. Desde barbacoa hasta huracán, pasando por sabana, piragua, tiburón, macuto, iguana o canoa. Algunos de estos términos han sido utilizados ya por nuestros supervivientes. Román vio un par de tiburones, teniendo incluso el valor de intentar cazarlos, y todos han llegado a temer un huracán. Ayer fueron protagonistas las hamacas.
Cinco hamacas estaban en juego en la última prueba de recompensa. En realidad se las iban a llevar en todo caso, por lo cual solamente se decidía su reparto. Dado que es un bien que puede ser disfrutado por turnos era indiferente quien ganase la prueba. Completaba la recompensa un servicio de lavandería para diez prendas de ropa en total. Aparte de que tampoco se estiraron mucho con la colada esto de dar la oportunidad de lavarle la ropa a un grupo bastante hambriento y falto de fuerzas parece una broma de mal gusto.
Como muy bien explicaban mis compañeros en esta web hace una semana, el clima (las lluvias lo hacen especialmente complicado esta temporada), la escasez de comida (incluyendo la pasividad mostrada por los concursantes a la hora de procurársela en muchas ocasiones), los insectos y el calor son factores que están haciendo especialmente dura la prueba de supervivencia de este año. Quizá por eso dijo Miguel que lo veía más bien como una prueba de resistencia. Y eso que esta vez las pruebas físicas y psicológicas a las que fueron sometidos los concursantes fueron especialmente rigurosas.
Pues bien, después de las penalidades que están pasando vete tú a ofrecerles un premio a sus esfuerzos consistente en lavarles un pantalón y una camiseta (o similar) a cinco de los diez supervivientes que siguen en el juego. Me lo hacen a mí y el saco que les dieron para la ropa se lo pongo de sombrero a Eva González, aunque la pobre no tenga la culpa de nada. La reacción de la muchachada anónima y famosa fue también poco favorable a la otra parte del premio. ¿Hamacas en lugar de comida? Caca, caca, como se les dice a los peques para que sepan distinguir lo malo.
Sucede que no siempre sabemos identificar bien lo malo, confundiéndolo a veces con lo bueno. Y al contrario. En este caso todos vieron con malos ojos la recompensa de las hamacas, pero tras las complicaciones para colgar cada una de dos árboles y haberlas probado durante una reparadora siesta la opinión de algunos había cambiado. Deborah seguía pensando que prefería una recompensa comestible, pero Mireia hacía una confesión rotunda: "Realmente estas hamacas han hecho que sea la mejor media hora, u hora, de todo lo que llevo en el concurso".
Y es que lo inventado por estos caribeños no es mala cosa. Por cierto, se ve que las hamacas están compradas en una de esas tiendas que hay en Corn Island, isla donde vive y trabaja el magnífico equipo de este programa. Lo llevan grabado en uno de sus laterales. No creo que les sirvan para dormir mientras no deje de llover por las noches, pero al menos tendrán momentos de relajo que ya han empezado a valorar. Es necesario tener un buen sueño, el descanso del superviviente. Por eso se han dado cuenta ya de la importancia que puede llegar a tener una simple hamaca.
La prueba de recompensa volvía a dividirles en dos grupos, pero en este caso el azar se encargaba de determinar sus componentes. Cada uno debía elegir un cilindro que contenía una camiseta. Había camisetas blancas y rojas, lo cual determinaba el grupo a integrar. De rojo se vistieron Deborah, Guillermo, Perdi, Parri y Mireia. Llevaban camiseta blanca Trapote, Óscar, Rafa, Román y María José. Ganó el equipo rojo.
Cada equipo debía cortar dos troncos enterrados en la arena, con estos hacer una sencilla parihuela en la que subiría una persona, la cual iría recogiendo los travesaños de formarían una escala en el momento que fueran colgados de un tronco. Para terminar, debían subir la escala hasta alcanzar el tótem que había en la parte alta del tronco.
Eligieron a las dos concursantes de menos peso, Deborah y Trapote. A esta última le costó mucho mantenerse entre las dos varas y hubo un momento que la pobre estuvo a punto de irse al suelo. Finalmente, llegó antes Deborah y pudo subir a rescatar el tótem que haría ganador a su grupo. Como dije antes, era bastante indiferente quien ganaba la prueba porque en ningún momento plantearon el uso exclusivo de las hamacas por parte de los ganadores.
Me pareció entender que la colada sí la compondrían con prendas de los integrantes del equipo ganador en la prueba. Dado que les ofrecen lavarles tan solo diez prendas y son ese mismo número de concursantes bien podrían mandar una prenda cada uno. Aunque dado que no les aseguraron el plazo de entrega de la colada tampoco querían arriesgar y quedarse sin pantalones largos u otras prendas para dormir. No conviene quedar desprotegidos del frío durante la madrugada.
Lo mejor de esta recompensa fueron las hamacas, especialmente esa siesta que tanto disfrutaron la mitad de los supervivientes. Durmieron como benditos y se notaba en sus placenteras expresiones. Supongo que momentos como ese, comparable a cuando llegan a hotel y se pueden dar una ducha de agua dulce o les ponen la mesa llena de carne y fruta, o dulces, o lo que sea. Pequeños momentos de placer que en ciertas situaciones pueden ser muy grandes. La palabra siesta (la hora sexta, en el centro del día), por otro lado, no viene del taíno sino del más rancio castellano, habiendo sido adoptada exactamente o con muy pocas variaciones por multitud de idiomas como el inglés, francés, alemán, danés, húngaro o polaco, entre otros muchos.
Me llamó la atención ver primero a Mireia con dificultades para hacer un nudo que sujetase al árbol la hamaca y un rato más tarde parecía toda una experta en nudos, anidando varios con destreza para colgar otra. La cercanía al fuego de estas y lo resguardadas que estén del viento hará que unas sean más codiciadas que otras. Pronostico que no tardaremos en ver alguna discusión a cuenta de este tema.
Ayer hablábamos del supuesto robo de comida por parte algunos anónimos, lo cual sigue siendo un tema tabú pero de lo que se sigue hablando. Ayer veíamos a Rafa mencionando el tema a media voz entre los barbudos. Menudo peligro tiene este grupo de cuatro tendidos en dos hamacas y capaces de poner del revés cualquier situación. Como hoy me encuentro un poco mezcla entre Rappel y Nostradamus, me atrevo a pronosticar que Jesús Vázquez sacará este tema durante la gala de mañana.
Por su parte, Óscar sigue en la misma línea de pescar uno y contar veinte. Bueno, al final ayer pescó también veinte, con lo cual debió contar veinte veces veinte, o sea, igual insistió en contar su hazaña unas cuatrocientas veces. Es como aquel chiste de que para algunos hombres el sexo es como el parchís: te comes una y cuentas veinte. Pues algo así hace este concursante, para quien más importante que comer parece resultar presumir de haber pescado.
Entiendo su contrariedad cuando viene con comida para todos y una parte del grupo, especialmente los anónimos, no acuden a jalear su hazaña. Quizá ignora que eso malogra su plan pero a su vez le proporciona un punto victimista muy notable. Dado el tratamiento heroico a su gesta en Cayo Salvaje me parece que Óscar no se irá esta semana, diga lo que diga nuestra encuesta. Y mira que le hago yo caso a lo que vota aquí la gente, aunque sea un voto gratis y a veces no coincida con la votación real.
Que quede claro, entre Mireia y Óscar creo que se merece más permanecer en el juego este último. A pesar de lo cual he analizado en clave de concurso la situación y sigo creyendo en los beneficios de la salida del torero porque eso debilitaría el pacto de los barbudos y sería un revulsivo para un grupo que ha confiado en comer lo pescado por un solo concursante. A pesar de lo cual es innegable que Higares es un gran concursante, trabajador como el que más, casi siempre amable y quien está dando de comer al grupo.
Entre las cosas que no me gustan de Óscar está su exacerbada competitividad en algo que deberían plantearse justo al contrario. Colaborar en lugar de competir da siempre buenos frutos, especialmente cuando se trata de conseguir el sustento de un grupo reducido de personas. En el resumen de ayer (a cual más clarificador) se ve como Román le pregunta si habrá pesca, dado lo rizado del mar. Primero le contesta que lo compruebe él mismo y luego le cuente, lo cual me pareció plausible. Lamentablemente debió pensar algo distinto un rato después.
A pesar de lo dicho, Óscar termina levantándose y se mete en el mar para intentar pescar. Eso a pesar de que el bombero se había llevado las gafas de bucear. No debió parecerle bien que su compañero pudiera volver con pesca y él estuviera tendido descansando, después de haber vuelto exhausto tras la última vez que se había adentrado en el mar.
Estas situaciones son las que me hacen complicado dilucidar la medida en que es responsable el propio Óscar de la pasividad del grupo por la pesca, o bien el tema estriba en que es mucho más sencillo vivir a plato puesto. Mucho más que salir a pescar, luchar contra las olas y pasar frío para volver con unos cuantos peces para echar a la cazuela. Esto es lo que hace nuestro nuevo héroe y algunos no le agradecen suficientemente. Como cronista solo me queda decir que ni calvo ni con tres pelucas. Y el papel de héroe le viene un poco grande a cualquiera.
Termino hoy con un Óscar Higares imaginariamente trasladado a dentro de unos veinte años. Entonces tendrá esos mismos años más y posiblemente otros tantos concursos a sus espaldas. De momento ya le hemos visto bailar y sobrevivir. ¿Qué será lo próximo?