Los otros ganadores
Pocas veces hemos asistido a una final de Supervivientes tan justa como la de esta edición. Abraham y Rafa merecieron llegar a la final, y cualquiera de los dos pudiera haberse llevado el premio, finalmente, en manos de Abraham. Ninguno de ellos ha decepcionado en sus intervenciones en el debate del día posterior a la finalísima. Ni la tensión de dos días de final, ni el cansancio acumulado durante las semanas que fueron robinsones en una isla del caribe, hicieron mella en su capacidad de defender su actuación en el programa. Se defendieron bien, contundentemente y sin faltar dosis de buen humor muy oportunas.
Abraham García ponía cara de gran sorpresa escuchando algunas teorías de Belén Rodríguez, como la que intentaba explicar por qué nominó repetidamente a Nacho Montes, y terminaba diciendo: “¡Vaya películas! En los mejores cines”. Por su parte, Rafa Lomana explicaba a petición de Kiko Matamoros lo que es la hermandad tantas veces mencionada por él, y cuando el colaborador le reclamaba que lo hubiera explicado algún día desde el palafito respondía: “Pues mira, hay un locutorio muy cerquita del palafito, haberme llamado y te lo hubiera contado con todo detalle cualquier día”. Que no falte el buen humor.
La capacidad de encaje y los reflejos a la hora de ofrecer cuentas sobre su paso por el programa por parte de los dos finalistas últimos no les garantiza que vayan a ser los más reclamados por los programas satélites, una vez que esto termine. El lunes hay una gala final con los veintidós concursantes que han pasado por Cayos Cochinos en esta edición, y después quedarán los flecos habituales, con polémicas y polígrafos varios.
Esta misma noche de viernes se espera a Aran Aznar enfrentándose a la máquina de la verdad de Conchita en Sálvame Deluxe, para resolver las dudas sobre si tuvo con Antonio Tejado solamente un tonteo o algo más. En realidad, la duda es sobre si hubo sexo oral o tan solo hablaron de sexo, que no deja de serlo también de algún modo.
La humanidad en su conjunto reclama que se resuelvan dudas como la que plantea Aran Aznar, y para eso está el polígrafo de cada viernes. No podemos descartar que una concursante como esta, bastante insulsa durante su paso por el programa, pretenda conseguir con escandalitos lo que no pudo como superviviente. Tampoco me extrañaría que hubiera por ella más interés que por Rafa Lomana, cuya experiencia ha sido rica y sería interesante escuchar sus reflexiones sobre lo vivido. Por eso hablo de los otros ganadores, esos que aprovecharán el tirón y se convertirán en personajes recurrentes durante los próximos meses. No siempre es el ganador real quien mejor lo rentabiliza.
De momento, veo a Nacho Montes y Katia Aveiro encabezando ese imaginario ranking que podríamos realizar con los otros ganadores de Supervivientes 2014. Si tenemos que medirlo por el nivel de protagonismo alcanzado en el concurso, está claro que los dos son ganadores sin discusión. Su coincidencia en un plató provoca chispas y eleva la tensión hasta cotas insospechadas.
Utilizando esa expresión que tan poco me gusta, trillada y desgastada, son concursantes que han dado mucho juego. Y es cierto. Por eso entiendo que una parte de la audiencia reclamase mejor destino para ellos, considerando injusta la temprana expulsión de Katia y el deshonroso cuarto puesto de Montes.
Katia y Montes han chocado por la monumental lucha entre sus egos. Ambos son prepotentes y creídos, razón por la cual provocaron los mayores momentos de tensión en la convivencia. Así fue tanto cuando se enfrentaban entre sí como cuando iban en comandita a atacar a un tercero, siendo Rafa Lomana su objetivo preferido. Todo esto evitó que pudiera tenerlos como favoritos, aunque nunca deje de considerar su presencia en las islas como imprescindible para el programa.
La audiencia estuvo acertada en esta ocasión dejando hasta el final al estilista, así como expulsando un poco antes a la hermana del futbolista y futura estrella de la canción. Los dos han llevado buena parte del peso de multitud de resúmenes, provocando muchas de las tramas que nos han tenido entretenidos todo este tiempo. Eso merece un reconocimiento que en el fragor del concurso no siempre hay ocasión de explicitar. No creo que por ello merecieran convertirse en ganadores, como tengo dicho y repetido, pero sí todo el respeto como extraordinarios concursantes que fueron.
Que ahora Katia quiera hacer bolos cantando por todos los rincones de España, podemos interpretarlo como un daño colateral. El castigo es importante, pero probablemente proporcional al protagonismo que consiguió como concursante. Solo cabe darlo por bueno, entre otras cosas porque no está de nuestra mano evitarlo.
Katia está suficientemente preparada para el futuro que le espera, y desea. Posiblemente ella crea que los programas posteriores a la final no existirían si ella no hubiera sido concursante. En el debate del miércoles, no desaprovechó la ocasión cada vez que aparecía en plano para mirar directamente a cámara, como la diva que quisiera ser.
Más acertada me ha parecido la actitud de Nacho Montes. Ha pedido perdón, reconociendo en buena medida los excesos cometidos y aceptando que es tan sobrado como para decir repetidamente lo de los cinco idiomas sin ser cierto. Pues mira, le felicito sinceramente. Como concursante me ha parecido tan insoportable como divertido, y no he parado de criticarle todo el rato. Pero me cuesta mucho menos reconocerle como uno de los otros ganadores viendo que no le duele en prendas aceptar la realidad. Y si algún día me reprocha la cera que le he dado me puedo mirar en su espejo y decir que soy un deslenguado, pidiéndole perdón por todo aquello que le haya podido molestar. Listo, a otra cosa.
Katia y Nacho están en la primera fila entre quienes sacarán provecho de su paso por el programa, aunque este último no lo necesite mucho porque viene trabajando sin descanso en televisión desde hace unos años. Más lo necesita la próxima ganadora de Eurovisión, cuya actitud ante las dudas sobre si está enamorada de Abraham me parece suficientemente ambigua para dejar de pensar que está jugando con eso en su provecho.
Le vienen bien esos comentarios a Katia, por eso no termina de aclararlo y deja deslizar en sus respuestas un sospechoso “de momento” antes de afirmar que su relación es de dos amigos que se tienen cariño y todas esas cosas ensayadas que vienen después. Frente a la contundencia de Abraham, choca esa ambigüedad calculada de Katia. Sinceramente, no creo que le esté gustando a su gran amigo, y mucho menos a su novia.
También considero ganadoras las cifras de audiencia de esta edición. Frente a titulares por ahí hablando de que esta edición ha pasado “sin pena ni gloria”, los datos dicen que la audiencia media ha sido superior a la de las ediciones de 2009 y 2010. Un 21,12 % ahora, superior al 20,65 % y 17,49 % de aquellas ediciones respectivamente.
Superar la audiencia del 2011 (27,07 %) era una tarea harto complicada, teniendo en cuenta no solamente la concurrencia de ciertos concursantes sino que entonces se programó sin apenas competencia, todo lo contrario que esta vez. Los lunes no solo son el día de mayor consumo televisivo, sino también cuando los otros canales concentran sus ofertas estrella de la temporada.
Con todo, y volviendo a reconocer que Abraham es un justísimo ganador, que además no me ha defraudado nada y me ha hecho sentir satisfecho de haberle apoyado, hay algo en Rafa que para este humilde cronista le convierte en el mayor de los protagonistas. Siempre me ha impresionado esa mirada perdida, como de haber estado “al otro lado” (no sé bien de donde), que se les queda a algunos concursantes tras semanas ejerciendo de náufragos. Pocas cosas relativas a este tipo de concursos televisivos me parecen tan sobrecogedoras y pueden despertar en mí mayor compasión. Pues bien, este año solo le he visto esa mirada a Rafa Lomana.
Cuando dudamos de la salud mental de Lomana es porque le estamos mirando a los ojos. Esos ojos algo perdidos, que transmiten un tristeza y una amargura insondable. La mirada se torna esquiva y recelosa. Solo mira de esa forma alguien que vive una situación extrema o la ha vivido recientemente. Esa mirada me inquieta y me trastorna. No sé si es justo o no, pero le daría el premio a Rafa Lomana en compensación a esa turbadora mirada. Y cuento los días hasta que pueda verle mirar de otro modo. Grande Lomana. Ya lo creo que sí. ¡Enorme Lomana!
Como no quiero terminar con una triste mirada en mi mente, intentaré poner un punto de humor mostrando la imagen posible de los cuatro concursantes que llegaron a la final si recuperasen el peso perdido y lo doblasen o triplicasen, lo cual es un riesgo tras tantas semanas de privaciones. Hace unos días la imagen de como partieron los concursantes finalistas hacia Honduras en comparación con la actual, tras dos meses y medio allí. Vuelven más morenos y, sobre todo, mucho más delgados. ¿Serían así Nacho y Yong en caso de engordar tres o cuatro veces lo que han adelgazado en el programa?
¿Y este sería el lozano (rollizo, diría) aspecto de Rafa y Abraham?
Preguntas desde el palafito
Solo una, de momento. Y repetida, además. ¿Nos vamos a enterar en la gala del próximo lunes del plante que, según parece, pactaron los concursantes en Isla Bonita? Ardo en deseos.