Hoy voy a ser breve porque hasta ver el 'Última hora' de hoy nada sabemos de lo ocurrido en Honduras estos últimos días. Tampoco es cuestión de echar mano de la imaginación y suponer que las cuatro últimas concursantes se despidieron de sus queridas islas (no sin antes hacer labor de limpieza) y llegaron al hotel, no sé si el mismo que fue testigo del escupitajo de Aída Nízar (Nizar, según la barracuda) a Kiko Rivera o tal vez ese otro mencionado por un Toni inconmensurable tras su salida del programa, en el cual hay árboles con frutos cayendo como maná (dice que le trajo alguna pieza a Loli Álvarez, su defensora en plató y prometedora concursante en futuras ediciones).
Es de suponer que tras su llegada al hotel vivieron la típica secuencia de mirarse al espejo y comprobar lo delgadas que se han quedado ("¡Qué delgada estoy, Mari!"), lo morenas que están y la huella de los picotazos de insectos en sus piernas. Lo habitual, vamos. Igual nos dejan ver algo de esto, o hasta esa primera cena opípara tras meses de escaseces. No sé por qué pero en esta mítica edición no hemos visto esos ojos brillantes y esas bocas inundadas de saliva al ver platos repletos de comida la primera noche tras la expulsión de los concursantes. Tal vez creyeron que era demasiado obsceno el espectáculo y no nos dejaron verlo.
Dije que no iba a imaginar y, como siempre, la mente voló a su libre albedrío reproduciendo escenas vistas en otras ocasiones similares como si estuvieran ocurriendo casi ahora mismo. El caso es que tras el final de la última gala y despedir a una Chiqui que fue a dar una sorpresa pero fue ella misma quien se la llevó al saberse futura concursante, no creo que haya pasado mucho más de lo imaginado.
Por cierto, vaya por delante de me alegro mucho de que Chiqui quiera ser concursante del próximo Supervivientes y verla en puro brote tras saber que lo será me pareció un momento genial. Ahora bien (tenía que haber un pero) creo que han sentado un precedente de ventaja previa para un concursante. La buena de Chiqui podría empezar a prepararse ya para ser una buena concursante, aprendiendo a remar (se lo aconsejó Cuca en La noria, igual también le dio su receta de sopa alucinógena, que por lo visto en sus intervenciones televisivas sigue cocinando con esmero) o a pescar. Incluso podrá probar a pasar días sin apenas comer (lo cual tampoco le vendrá mal) para aprender a soportarlo. Si quisiera, podría convertirse en la mejor superviviente posible, no será por no tener tiempo para prepararse.
Volviendo a nuestras cuatro protagonistas, no sé si estarán viviendo eso que tantas veces he escuchado contar a futbolistas (o toreros, curiosa coincidencia) sobre que tras un partido importante apenas pueden dormir porque no paran de repetir en sus mentes la película imaginaria de lo sucedido sobre el césped (o el albero). Una vez abandonados los cayos es posible que las mentes de Rosa, Rosi, Sonia y Tatiana (todas entre las últimas letras del alfabeto) se hayan reproducido algunas de las muchas cosas vividas en estas doce o trece semanas.
Por ejemplo, les podrá venir a la cabeza ese momento de Toni Genil perdiendo los pantalones y Raquel por los suelos ayudando a subir aquello lleno de barro. O cuando se cagó encima por el esfuerzo de una prueba y con su manifiesta desinhibición no tuvo reparo en mostrar a cámara el pantalón manchado. Y qué decir de ese alegrón infinito que se llevó cuando vio a su amiga Loli acercarse en un cayuco con la habitual velocidad de vértigo a la que los conducen los nativos encargados de ello. La amistad entre estos dos personajes es realmente adorable.
Creo que fue con Raquel subiendo el pantalón a Toni cuando entre carcajadas supe que esta iba a ser una edición mítica. Al día siguiente ya hablaba de que había sido la mejor gala de estreno de Supervivientes, y decía esto sobre sus presentadores:
Siendo justos, el buen equipo de presentadores se completó con Christian Gálvez en el debate y su posterior extensión, desdoblado para ocupar también el horario de máxima audiencia. Por eso nuestro admirado Javier B.V ha querido hoy cerrar su extraordinaria aportación a este palafito con una caricatura del señor de los roscos.
Tras ese comienzo arrollador, que hizo llamar al equipo del programa "los del 27" (por el share alcanzado) nadie o muy pocos podíamos imaginar que esa cifra se quedaría pequeña porque se llegaría a superar con creces con algunas otras galas posteriores. Después del exitoso estreno vendría aquella noche que a Isabel Pantoja le dieron mil vueltas por Fuencarral y alrededores en una limusina. El realizador pinchaba de vez en cuando la imagen del enlace instalado dentro del vehículo y yo veía una y otra vez la misma estación de servicio al fondo e imaginaba el mareo de la tonadillera. No podía desembarcar todavía en Telecinco. En una sala VIP del edificio de los súper jefes le esperaba Jorge Javier.
Bromas con tomates y letras de canciones que lo decían todo dieron brillo a una entrevista única, aunque nada pudo superar esa fantástica noche el momento en que madre e hijo se abrazaban en plató. Entonces más que pensar en lo de la edición mítica tuve otro sentimiento que quizá algunos consideren ridículo. Desde mi sofá, con la única compañía de mi chica y en completo silencio, me sentí orgulloso de formar parte de esta historia, aunque fuera desde el pequeño y casi furtivo rincón de este palafito.
El separatismo de Aída o de Sonia (algo en lo que coincidieron estas dos concursantes que comenzaron como enemigas y terminaron dándose cariño mutuo), el mono poco salvaje que tantas veces colgó de esta última (por no hablar de la canción), las maldades de Toni, la sonrisa permanente (inmarcesible, diría el gran Forges) de Montalvo, la gota de Kiko, la vaguería altiva de Jacobo, el cuadro complejo de los desmayitos 'made in' Tamara compuestos por pérdida de visión y respiración alterada junto a opresión en el pecho hasta llegar a tragarse su propia lengua (confirmamos que no llegó a hacerlo, por lo cual continúa colaborando en algunos programas), fueron otros momentos memorables.
Por no hablar del drama en sesión continua de Rosa, Diego apretando su dorso contra la quilla del barco cuando Jeyko le tiraba los tejos, Carolina embaucada por Xexu (antes que por Sonia), Emma destilando tósigo en cantidades industriales, la desgana infinita del atleta Reyes, los esfuerzos sobrehumanos de Arturo por conseguir llegar hasta la orilla nadando unos pocos metros, la presencia casi inmaterial de esa palmera llamada Jessica o el desagradable accidente de un concursante violento cuyo nombre no me apetece escribir.
Infinidad de recuerdos que nos deja una edición de Supervivientes divertida como pocas. Ya digo que para mí ha sido mítica. ¿Por qué? Creo que no hace falta explicarlo. El formato puede haber mutado a un híbrido entre reality de supervivencia y programa del corazón (que Rosa sea una muy posible ganadora lo demuestra), pero eso no quita para que hayamos asistido a episodios únicos difícilmente repetibles. El acierto de sus directores (Antonio Albert o Josep Tomàs entre otros, sospecho que no les gusta ver su nombre en los papeles pero eso no nos importa mucho en este palafito) tuvo su recompensa y fue acompañado por unos concursantes generosos que nos dieron mucho. Gracias a todos ellos por conseguir que nos vaya a costar olvidar tantas cosas.
Y ya que estoy con los agradecimientos quiero agradecer a tantos amigos que nos dieron el calor de su compañía manteniendo el nivel y haciéndonos llegar a los 110 mil comentarios esta temporada. Gracias por la fidelidad de muchos de ellos (no hace falta que lo diga, lo saben perfectamente). A los que quieren el triunfo de Sonia y los que prefieren el de Rosa (incluso algunos más despistados que apoyan a Tatiana o Rosi). Todos ellos han sido igual de importantes, y sin discrepancia esto habría sido un puto rollo.
Eso sí, aún no os libráis de este palafitero. Mañana comentaremos lo que nos regalen esta noche y el viernes haremos la habitual crónica de la gala, y entonces sí tendremos espíritu real de despedida. Pero eso aún está lejos, por medio quedan dos días y aún nos queda conocer el nombre de la ganadora. Ahí es nada.