Les hacía falta algo de azúcar y lo tuvieron. La prueba de recompensa tenía como tal una bandeja de esas rosquillas que su inventor no puede llamar en España donuts porque es una marca registrada por Panificio Rivera Costafreda, más conocido como el señor Panrico, y que con ese nombre no podía dedicarse a otra cosa.
Hace varias décadas, el fabricante de pan y bollería industrial mencionado volvió de un viaje a USA con la idea de traer a España ese invento del bollo con un agujero en medio. Su imitación fue muy buena y hasta decidió llamarlo igual que lo habían hecho al otro lado del océano.
Cuando años más tarde los americanos vinieron a conquistar nuestro país se encontraron con la singular situación de tener que pagar royalties al fabricante español, razón por la cual suprimieron la palabra donut incluso del propio nombre de sus establecimientos.
Pues bien, cuatro de nuestros supervivientes tuvieron ocasión de interrumpir su estricta dieta compuesta en Cayo Paloma por pescado fresco (nunca mejor dicho) y cocos, o mucho más estricta (y monótona) aún en Playa Uva, consistente solo de almendras. Lástima que tuvieran que comerse las doce rosquillas (no volveré a llamarlas por su nombre comercial hasta que el señor Panificio envíe a este palafito una buena muestra de sus productos) en tiempo récord, sin apenas poder saborearlas.
Para el resto también hubo el aporte calórico necesario mediante una misión que encontró el grupo mayoritario al volver de la prueba. En este caso se trataba de un melón, deglutido más que degustado, aunque en este caso no tenían tiempo marcado para ello. Pero vayamos por partes, como diría Jack 'el destripador'.
En el juego de recompensa habían de formar al azar tres grupos de tres componentes y uno más con los cuatro restantes. Cada grupo debía de hacer un circuito en el mar atados por la cintura y sin que los componentes de los otros grupos pudieran verles para no tener ventaja al poder analizar la mejor forma de hacerlo. En caso de caer al mar debían de volver desde el principio del tramo donde se encontrasen, y ganaría quien menos tiempo tardase en completarlo.
El primer grupo fue el formado por Cuca, Santi y Daniela. Le siguió el de Zúñiga, Juanito e Iván. Luego fueron Olfo, Begoña y Wilma (la única que cayó al mar). Para terminar con los últimos cuatro: Escassi, Yolanda, Ivonne y Matías.
El grupo más numeroso, lo cual en principio podría haber sido un obstáculo, fue el ganador de esta prueba, recibiendo la recompensa ya comentada. Resulta curioso que el matrimonio (como ellos mismos dicen) formado por Matías y Escassi coincidieran también a la hora de sacar el número cuatro en las tablillas que fueron cogiendo uno a uno. No solamente comen almendras juntos, y fracasan a la hora de intentar pescar juntos, sino que también pasan juntos pruebas como esta. De aquí puede salir una amistad para siempre, no en vano se dice que el roce hace el cariño. Aunque también del roce pueden terminar saliendo chispas, no olvidemos que estamos hablando de los dos gallos del corral.
Otro gallo fue protagonista de la misión que encontraron en Cayo Paloma a su regreso. Se trataba de remar dos de los supervivientes en un cayuco hasta a Cayo Gallo, donde encontrarían una caja con algo de comida, pudiendo comérselo allí los dos o transportando de vuelta la caja para compartirlo con el grupo. Decidieron esto último, sin llegar a despejar el riesgo de volcar el cayuco y quedarse sin comida hasta llegar a Cayo Paloma, ya que prefirieron no abrir la caja hasta entonces. No hubiera pasado nada porque no contenía un delicado pastel sino un sabroso melón caribeño.
Los dos elegidos para completar esta misión fueron Santi y Olfo, los chicos altos y activos del grupo. Esto sembró el malestar entre algunas de las chicas, especialmente en Daniela. Cuca fue quien se adelantó a designarles, sin oposición en ese momento por parte de nadie. Daniela se intentó camelar a Santi, posiblemente pretendiendo que este defendiera la idea de ir a Cayo Gallo con ella. No quiero ni pensar (bueno, sí quiero, pero quizá debo disimularlo) los planes que podría hacer la bella Blume ante la perspectiva de ese rato de privacidad. Si hubiera sido Escassi tentado con ir a la isla en compañía de una mujer como esta otro gallo nos hubiera cantado (sé que es un chiste fácil, pero no me he podido resistir).
Los lamentos posteriores son vanos y solo sirven para descargar la rabia interior. Quiero decir que no habría estado de más que Daniela se hubiera opuesto a la decisión en el momento oportuno, en lugar de contar a las cámaras y algunas de sus compañeras la frustración ante lo que ella considera producto de cierto machismo (y probablemente lo sea). Creo que a ella le gusta provocar (su gimnasia de contorsionismo con las piernas es muy sexual y denota gran exhibicionismo) pero también quedar bien con todo el mundo. O sea, que gusta de nadar y guardar la ropa, por así decirlo.
Dejo para el final de esta palafitera nota lo de la imagen que la acompaña. Juanito es el superviviente más querido de esta edición, me atrevo a decir que tanto por sus compañeros como entre la audiencia. Es entrañable y el hombre hace su aportación con objeto de no convertirse en un lastre para el grupo. No todos tienen que pescar y ser atléticos tarzanes. Nuestro 'golo' da masajes, canta y alegra al grupo muchas veces, además de haber hecho un papel más que digno en la prueba de recompensa que he contado hoy. Pero una cosa negativa debo decir de él: como siga masacrando el pelo de las concursantes terminará consiguiendo la enemistad de ellas y la mía propia (como decían los payasos).
Lo que se puede ver en la foto no es Cuca reconvertida en una nueva bruja Lola, sino un momento del proceso por el que terminó con un corte de pelo mucho peor que aquel con el cual llegó a Cayos Cochinos hace un par de semanas. Prefiero la de siempre antes que a esta Cuca deconstruida y (todo sea dicho) algo monstruosa. Lo mismo ha pasado con Daniela. Por favor, qué pare ya. Escassi, Olfo, no os pongáis en sus manos, ¡por humanidad!