Semifinales
Que llamen a la mantarraya (o al tiburón, o lo que sea) porque esto se acaba. Si hace falta que avisen también a alguna morsa. Estamos a tres días de la final. Y aún nos sobran (entiéndaseme bien) dos concursantes.
Y es que hoy quedarán descartados dos para que termine habiendo una final tradicional a tres. Primero nos enteraremos de si la audiencia votante ha elegido a María José o a Trapote para quedarse sin disfrutar de la competición final. Luego, tres de los cuatro finalistas habrán de disputarse las dos vacantes. Al final quien se salve hoy también tendrá que disputarse un puesto en la final. Es decir, podría suceder que las dos nominadas fuesen expulsadas esta noche.
Con Deborah como única finalista segura, la que se salve esta noche deberán enfrentarse junto con Parri y Malena a otra prueba en tres fases, como la que ganara hace siete días la única finalista a día de hoy. Esta prueba dará con el segundo finalista, y entre los otros dos supervivientes será la audiencia quien deberá decidir el tercero en una votación exprés. Pase lo que pase en la primera de las expulsiones de esta noche, quien peor lo tiene es Malena.
La experiencia nos dice que Malena no es especialmente hábil en las pruebas. Ella y María José son las únicas que no ha ganado ninguna prueba de líder, y la semana pasada fue quien quedó peor de las tres participantes. Con todo, ganar esta prueba final sería, posiblemente, su única salvación. Pongamos que gana la prueba Parri, en cuyo caso habrá de enfrentarse a Trapote o María José en la votación rápida posterior. Es evidente que perdería Malena. Lo mismo si se tuviera que enfrentar al estudiante de matemáticas.
Pero, ¿qué pasaría si Malena gana la prueba? Esta extraña forma de resolver el penúltimo programa podría terminar dejando en la cuneta a concursantes mucho mejor valorados por la mayor parte de la audiencia. En el caso planteado, se enfrentarían al voto de la audiencia Parri y la concursante que se hubiera salvado de la expulsión un rato antes. No soy capaz de adivinar por donde iría el voto popular entonces. Han sido pocas las oportunidades que hemos tenido de valorar los apoyos reales de Parri. En las dos ocasiones que estuvo nominado (semanas 9 y 10) le acompañó en tal tesitura María José, su mamá postiza, y ambos se enfrentaban a un tercer nominado muy destacado en la preferencia de la audiencia para abandonar el programa.
El primero fue Guillermo, cuya pertenencia al pacto de los barbudos y su carácter taciturno le condenaba con claridad a la expulsión. La siguiente semana fue Sonia, quien se enfrentó a la pareja de anónimos, apuntándose nada menos que un 82 por ciento de los votos. Por tanto, solo se repartieron el 18 por ciento restante, lo cual no nos ayuda a saber el grado de aceptación de Parri entre esa parte de la audiencia que vota. ¿Ganaría este concursante ante Trapote? ¿Lo haría ante María José? Es difícil saberlo.
Si aplicamos cierta lógica podríamos inferir que puestos a elegir un finalista entre María José y Parri la elección recaería en este último al haber sido menos polémico y, por tanto, haberse granjeado menos enemistades. Aquellos que apoyaron a buena parte de los expulsados anteriores es fácil que tengan más cosas que castigar en la bilbaína, que se enfrentó en la convivencia a bastantes de ellos. Otra cosa es valorar si Trapote ganaría ese enfrentamiento con Parri, lo cual no soy capaz de hacer, por mucho que esto querría decir que un rato antes habría logrado ganarle a María José.
Aplicando el razonamiento anterior, sería lógico pensar en que este segundo round sería aún más duro para Trapo, pero también es cierto que María José es de ese tipo de concursante que despierta rechazos y apoyos al mismo tiempo. Digamos que no deja a nadie indiferente, lo cual no creo que se pueda decir en justicia sobre Parri. Por tanto, en caso de ser Malena la ganadora de la prueba final será incógnita hasta el final quien ocupe la tercera plaza. Sin embargo, como señalé antes, si lo fueran cualquiera de los otros dos concursantes, está claro que sería ella quien quedaría fuera de la final.
La prueba que menciono y esa última expulsión serán de las últimas cosas que hagan los concursantes en los cayos nicaragüenses. Antes habrán asistido a rituales como el apagado del fuego con agua del mar por parte de María José, quien se quiere dar el gusto de acabar ella con el fuego tras haber sido quien más se ocupó del mismo durante todo este tiempo. Aunque no debemos olvidar que fue Óscar Higares quien prendió la primera cerilla y otros concursantes, como Javi Quiñones, también tuvieron una dedicación importante en mantener viva esa llama.
Las últimas horas estarán llenas de simbolismos, como es habitual. Harán el petate, para lo cual espero que les dejen sus maletas. A María José no sé si le bastará con la suya y la de Parada para traer todo lo que ha ido acumulando desde el pasado seis de mayo. Un par de días antes los concursantes anónimos llegaban a los cayos y coincidían en un restaurante que este martes volvieron a visitar.
Para Deborah, Parri y María José, fue como cerrar el círculo, una especie de colofón a tantas penurias vividas. Y encima la visita no fue en balde, dado que comieron allí de forma mucho más opípara de lo que nunca hubieran imaginado volver a hacer en estos cayos.
Una esfera hecha con ramas de árbol fue la culpable. Y es que tuvieron ese día la última prueba de recompensa. Si a alguien se le pasa por la cabeza la duda de por qué esta noche no volverán a luchar por algo de comida, les diré que no sé si esta noche o mañana es previsible su salida de Nicaragua camino de España. Tienen poco más de dos días para llegar a nuestro país y estar este domingo en el plató viviendo la final.
No olvidemos que un vuelo transoceánico como este puede tener una o dos escalas y durar más de un día. Si a eso le añadimos el propio desplazamiento desde la playa hasta Managua, tenemos casi una carrera contra reloj que esperemos no malogre la huelga encubierta de esos trabajadores privilegiados que son los controladores aéreos. O sea, que tras el adelanto de esa comida en un restaurante, como premio a la última prueba de recompensa, a partir de esta noche volverán a comer a mesa y mantel, manejando cubiertos y limpiando sus bocas con una servilleta. Parece algo normal pero para ellos debe ser lo más de lo más.
No les pusieron fácil la prueba de recompensa. Comer en restaurante tiene un precio y, concretamente, de partida contaban con diez mil córdobas oros nicaragüenses, más de 350 euros. Según fuera transcurriendo el tiempo hasta el final de la prueba iría bajando el presupuesto hasta los cuatro mil que consiguieron finalmente. Seis minutos (y seis mil córdobas) les costó terminar un circuito en el que debían ir transportando la esfera de ramitas.
Tras algún tramo un tanto complicado en el que debían levantar a plomo la esfera, llegaban finalmente a poderla enganchar de una cuerda y, usándola como péndulo, derribar un cilindro de madera. Era el final de la prueba última. El fin del fin. Se acabaron las recompensas.
En esta ocasión había merecido la pena el esfuerzo, tanto que las caras de emoción de los cinco supervivientes son indescriptibles. Decir que estaban como niños con zapatos nuevos es poco. Muy poco. Sus rostros irradiaban felicidad. Volvían en esa especie de camioneta militar que les ha estado trasladando a las pruebas cantando como adolescentes en un autobús escolar. ¡Qué grande ese momento!
Sobre las críticas entre los concursantes me apetece decir poco. Parri está obsesionado con la presunta obsesión de Trapote. Una obsesión que solamente percibe él, posiblemente. Ya sé, ya sé, muchos de los que están en contra de esta concursante me dirán que ellos también lo ven. Pero siendo honestos deberíamos valorar la distinta reacción de Mariajo y Trapote ante las decisiones de Deborah el jueves pasado.
La última líder y primera finalista de esta edición tomó dos decisiones importantes que afectaron directamente a las dos concursantes mencionadas, convirtiéndolas automáticamente en nominadas. A consecuencia de ello, María José llamó traidora a Debi y le acusó de haberla asestado una puñalada trapera. O sea, una jugarreta, una mala pasada. Por el contrario, ya hemos visto a la periodista estos días sin un ápice de rencor, conservando la misma buena relación que siempre tuvo con la responsable de su nominación.
También hemos visto a esta pidiendo que no se expulse a Trapote porque quiere llegar con ella a la final. Es cierto que si pensaba así debió haberla salvado a ella en lugar de a Parri, pero también es verdad que las cosas a veces son complicadas y uno termina haciendo lo que debe en lugar de lo que le gustaría. O, cuando menos, aquello que piensa debe hacer, aunque no siempre se acierte en esto. Estoy seguro de que lo sintió en su momento y ahora lo sigue sintiendo. No dudo que sea verdad el deseo de Deborah de estar con Trapote en la final.
Está visto que son reacciones bien distintas las de ambas nominadas. La de Trapote no tiene nada que ver con lo que va pregonando Parri, propagandista de poca monta que tergiversa la realidad en plena campaña a su favor y la de su mamá postiza. Esta tampoco pierde ocasión, llegando a reclamar el voto de las personas de su edad. Pero, ¡por favor! si tan solo tiene 51 años. Está en un target bastante mayoritario y que, en la mayor parte de los casos, no se considera incapaz de nada.
Frente al propagandismo de estos dos anónimos está la torpeza inconsciente de Trapote. Dije hace días de esta concursante que habla demasiado. Por la boca muere el pez, y Trapote también, añadía entonces. Pues bien, ayer metió el pescuezo pero bien. Por un momento pensé estar escuchando al fantasma de Rafa Mora en la isla. No le estoy llamando fantasma, que lo es. Me refiero a su espíritu reencarnado en la señorita Beatriz Trapote.
Dice la Trapo que Parri no ha representado el rol protector que le correspondía como hombre. Pase lo de que: "Nosotras necesitamos un 'macho men' que nos diga, no te preocupes, ven que te abrazo". Vale, bien, un abrazo generador de bienestar, como decíamos ayer, siempre hace falta. Ahora bien, lo que vino después tiene un tufo a machista que no veas: "Le falta ese carácter dominante de decir 'oye vamos a colocarnos bien'. ¡Que es el macho del grupo! Debería tener un poco más de poder y llevar un poco más el mando de la situación. Está claro que en esta isla los calzoncillos no los lleva él".
No voy a discutir quién lleva los calzoncillos porque me parece un discurso antiguo como el que más. Que Parri es un flojo ya lo sabemos todos. Pero no se debe confundir el culo con las témporas. Nada de caracteres dominantes, lo que les hace falta es gente menos blandita. Y los calzoncillos los puede llevar un hombre tanto como una mujer. Y si no que se fijen en Mariajo y los gallumbos verdes de Parada.