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Luces, cámaras, acción

telecinco.es 03/06/2009 10:22

Matías es un orfebre de su propia imagen. Con mimo ha labrado un personaje prácticamente intachable. Resulta difícil encontrar alguien a quien caiga mal este concursante, y hasta incluso a quien no se haya dejado seducir en ocasiones por su espíritu pretendidamente despreocupado y contento. El problema es precisamente que parte de su actitud, de ese espíritu del que hablo, sea pretendido.

El surfero argentino tiene una materia prima de la que sacar buen fruto. No es el suyo, por tanto, un esforzado trabajo de cantería, sino más bien fina labor de orfebre, como queda dicho. Con apenas un par de pasaditas de buril ya tiene compuesto el perfecto concursante de reality. Si a esto le añadimos que Supervivientes se juega en la playa (en la compañía de viento, sol y palmeras, como dijo el propio concursante), nos encontramos de partida con la perspectiva de un concursante con muchas más posibilidades de llegar lejos que los demás.

En todo lo dicho anteriormente he obviado que el bueno de Matías se quedó a las puertas de ganar el reality de realitys, hace ya más de seis años. Antes de comenzar esta aventura aseguraría que éramos muchos los que sin más le habríamos dado el premio final, probablemente como una forma de restañar aquello. Visto lo visto, tras casi tres meses de supervivencia, personalmente he perdido ese impulso primero, y ahora no me quedan ganas de ponerle más estaño a esa joya que tanto cuida el propio Matías, orfebre de sí mismo.

Casi todos sus compañeros han coincidido en comentar que Matías está permanentemente pendiente de las cámaras. Algo de eso habrá cuando lo dicen. No daría crédito a lo que ahora dicen Maite y Yolanda de no ser porque antes ya se lo he escuchado a bastantes más, diría que a casi todos excepto un Escassi al que estuvo sometido de algún modo como fiel escudero, y un Juanito 'Golosina' fascinado, embelesado y hasta magnetizado por aquel a quien se agarró para no perecer ahogado tras caer al agua desde un helicóptero casi a punto de amerizar.

Lo vimos en el último resumen, donde hasta Yolanda coincidió en el mismo análisis que Zúñiga. La escena fue la siguiente: Acaban de tener una comida bastante copiosa para lo que acostumbran, compuesta por pescado, los cereales con miel de la recompensa perpetua, unas latas de judías que les devolvieron el pasado jueves tras habérselas retirado la semana de la diarrea colectiva y media sandía conseguida en la prueba habida un rato antes, y de la que hablaré más tarde. Nada más terminar, sin sobremesa de ningún tipo, Matías se hace con los aparejos de la pesca y se mete al mar.

Sabido es que Maite no ha tenido desde el principio especial sintonía con Matías, por lo cual no me sorprende que destaque a cámara este hecho que acabo de relatar. Pero sí me llama poderosamente la atención que también lo haga Yolanda. La bailarina expresa claramente su extrañeza ante lo que considera una actitud no habitual cuya única motivación puede ser quedar bien ante las cámaras en este momento final y definitivo del concurso. Según cuentan ambas, siempre han esperado hasta poco antes de la cena para salir a pescar, nunca justo después de comer. Más inexplicable parece en días como este, en que el menú había sido variado y la ración mayor que nunca. Téngase en cuenta que ahora son solamente cuatro, muchos menos a repartir que hace un par de meses.

No hay duda de que Matías está en su derecho de intentar ganar este concurso como prefiera. No seré yo quien le censure ni se atreva a cuestionarle por ello. Pero sí he de decir que ha sido la razón fundamental por la que he empezado a verle con otros ojos, hasta terminar provocando mi hastío. Prefiero pensar que este Matías calculador, que abandona el mal humor o la desidia cuando ve aproximarse una cámara, no es el mismo que conocimos. Se ha convertido en un profesional del reality, y ciertamente lo hace muy bien, de hecho me sigue sacando una sonrisa casi cada día. Pero no es suficiente, no compro.

Tuvieron prueba de recompensa, como mencioné de pasada antes. Debían bucear e introducirse en una especie de iglú construido con cañas. A su frente habían colocado un circulo de madera con una sucesión de ocho símbolos, representando cada uno de ellos una letra. Dentro tenían una pizarra donde ir apuntando las letras que componían la palabra "perdidos". Parece como si hubiese un guionista aficionado a la famosa serie emitida por otro canal. En los bordes del propio panel circular tenían la chuleta con el alfabeto traducido a símbolos. Disponían de tres minutos, en los que podrían salir a respirar por la embocadura del iglú cuantas veces fuera preciso. Si por una emergencia tuvieran que salir por la escotilla superior, más cercana a la superficie, ya no podrían volver a sumergirse.

El orden sorteado fue el siguiente: Zúñiga, Yolanda, Matías e Ivonne. Todos menos la ex atleta lograron descifrar la palabra, aunque a la 'chamaquita' puertorriqueña le faltaron segundos para salir dentro del tiempo permitido. Una lástima lo de Ivonne y lamentable lo de una Zuñiga que no suele dar pie con bola en las pruebas, lo cual hace tambalear sus posibilidades de triunfo, al hacerla menos completa que algunos de sus compañeros. La recompensa era en este caso fruta, concretamente piñas, cocos y sandías. Cada concursante podía llevarse dos piezas en caso de superar la prueba, por tanto solamente pudieron llevar a Cabeza de León dos piñas y dos sandías, que les ayudarán a pasar estos últimos días en la isla mejor alimentados que nunca en los meses de concurso.

Y lo de los temblores de tierra, que nos tienen en vilo desde el pasado jueves. Es totalmente cierto que no hay peligro para concursantes ni equipo técnico, lo cual no quita para que suponga un sobresalto enterarse de que otro seismo de cinco grados en la escala de Richter ha azotado las costas hondureñas, y especialmente las de Cayos Cochinos. Por esto fueron trasladados de nuevo ayer a Playa Uva, donde posiblemente se librarán unas horas de tantísimas moscas como conviven con ellos a todas horas, quizá también algo de la humedad y el calor. Lo que hace falta es librarse de temblores de una vez por todas.