Ganó Maite Zúñiga. Ganó la sencillez, la humildad, la normalidad. Pero también ganó la concursante que nos hizo ver y conocer más y mejor lo que allí sucedía. Gracias a ella pudimos saber un poco más, dado que sus ojos y sus oídos fueron en muchas ocasiones los nuestros.
Escuché ayer decir a Mario Picazo que el equipo gracias al cual se realiza el programa Supervivientes está compuesto por 150 personas. Toda esa gente es responsable de que hayamos podido seguir los pasos de los supervivientes durante más de ochenta días.
Ellos, gracias a su extraordinaria organización, forman parte de un engranaje que funciona de forma prodigiosa. Su esfuerzo es máximo, dado que desarrollan esa labor en condiciones precarias y nada cómodas. Por eso digo que Maite, la ganadora de esta edición, ha sido la número 151 de ese equipo, ya que gracias a ella hemos sabido un poco más.
De acuerdo que la visión de la ganadora fue sesgada. Lo es la de todos, por principio. Pero personalmente agradezco la disposición de quien comparte su visión con el espectador, convirtiéndose de algún modo en cómplice del mismo y demostrando una generosidad tan útil como posiblemente interesada. Por otra parte, su lectura del concurso ha sido en mi opinión bastante correcta, aproximándose casi siempre a la que hacíamos muchos desde aquí.
La gala de anoche vino a demostrar mucho mejor que días enteros de concurso como es cada uno de los finalistas. Vi a una Ivonne despreocupada y contenta, fiel a su defensa de Matías, con quien siempre tuvo "un felling especial", según dijo ella misma, pero respetuosa con todos. Es importante saber perder, tanto como saber ganar. La puertorriqueña demostró un perder elegante, resultando adorable en todo momento.
Ella ha sido una buena concursante y una superviviente extraordinaria. Contó con la ayuda de la suerte en alguna medida, pues de haber sido nominada tras el escandaloso hurto del pan de molde no hay duda que habría salido de Honduras con celeridad. Pero la suerte también juega, no he de negarlo. El caso es que salvo aquella ocasión en que se mostró poco solidaria con el problema de un compañero, dudando de la crisis nerviosa de Daniela y afirmando no estar afectada por ello, nunca la vi inmiscuirse en aquello que efectaba a los demás.
Tampoco me gustó su defensa de la idea de que Santi no debía volver a incorporarse al concurso tras una semana de baja médica, aunque en esto creo que estuvo negativamente influida por Yolanda, cuyo cretino marido anoche provocó un momento de tensión en plató fuera de cámaras, imprecando a Daniela y muy enfadado con la organización del programa. Son tal para cual, tan mal perdedor uno como la otra.
Con todo, Ivonne ha ido siempre a lo suyo, mostrando una fortaleza mental importante y una condición física envidiable. Otra cosa es que haya ayudado a ello la comida sustraída al equipo del programa, pues ayer llegaron a decir que fueron muchas veces las que robaron. Escuché hablar de una fiambrera con veinte pollos, lo cual tiene más pinta de leyenda urbana o versión interesada que de una realidad en sus justos términos. Sencillamente no cabe tanto pollo en espacio tan pequeño, a no ser que fabriquen 'tuppers' tamaño trailer o king size. Aunque a decir verdad, lo del trailer igual es más oportuno, sabiendo que a las islas llega comida en camiones para consumo de ese equipo del que hablaba al principio. Está claro que o los concursantes cuentan con detalle lo sucedido o debería hacerlo el programa, siendo insólito que no se enteraran de robos tan numerosos como el de los veinte pollos.
El robo de comida fue protagonista anoche, como lo ha sido durante semanas, y también nos ayudó a conocer un poco mejor a Matías, y la extraña relación de dependencia que tuvo con Escassi. El argentino pareció haber ligado su suerte a la del jinete, mostrando muchas veces una cierta sumisión hacia él. Anoche mismo, cuando Christian Gálvez le preguntaba por ello veíamos a Escassi mover el dedo índice a su boca, ordenando silencio. Tan nervioso se puso que al ver hablar a su amigo más de lo deseado llegó a decir en voz alta "no digas más", sin rubor aparente. Alucinante, ¿no?
Matías ha sido un concursante casi perfecto. Su papel en el programa fue como el de esos deportistas que planifican su ejercicio con esmero, lo ejecutan a la perfección, pero al final no se llevan la primera plaza en la clasificación. Lo cual no quita para que a todos pueda resultar prodigioso su papel, porque lo fue. Casi tres meses manteniéndose como abanderado del buen rollo, para al final flaquear en la última gala. Anoche este concursante recibió una mala noticia de sus amigos, o quizá de las huestes argentinas de familiares y conocidos que viajaron para estar junto a él en ese momento, posiblemente más bien de algún ex concursante como el mismísimo Álvaro Escassi. Sea como fuere, alguien le dijo que no iba a ganar este concurso.
A partir de ese momento, Matías se mostró bajo de nivel, sin esa energía aparentemente inacabable que tanto nos sorprendió y por lo que le admiramos tan sinceramente. E incluso llegó a perder los papeles, echando a perder su propia imagen y dando la razón a quienes decían que su 'buenrrollismo' era impostado y artificial. Esa impostura de cara a las cámaras de televisión la perdió precisamente en el plató y en pleno prime-time. El objeto de su irrefrenable ira fue Santi Abad, a quien inquirió: "¿No me dijiste que preferías nominar a Maite que a mí? ¿No me dijiste eso, largo? Decíme si lo dijiste o no". El tono era alterado en exceso, como no habíamos visto nunca en Matías. No le conocíamos así, posiblemente porque no le conocemos.
Santi fue generoso con Matías, lo había sido antes de la alterada reacción de este, reconociéndole junto a Escassi como dos candidatos dignos de llevarse el premio final, por mucho que haya estado defendiendo el triunfo de Maite. El resto de ex concursantes seguían la gala final con desiguales reacciones. Iván Santos en su papel de encantado de haberles conocido a todos, no en vano fue el primero en levantarse como un resorte a saludar a la ganadora. Olfo tocado con un sombrero de paja medio tapando su divinas mechas. Roberto aprovechando ese último hálito de fama. Cuca seria y Juanito más calmado de lo que estuvo en los debates. Yolanda estirada, no sé si por no hacer caer el postizo del moño. Begoña y Wilma como las hermanas de la Cenicienta, riendo todo el rato de forma tan infantil como maliciosa. Y Daniela muy ofendida con Matías cuando la tachó de manipuladora.
La reacción de Maite cuando se supo ganadora fue la que muchos esperábamos en ella. Saltó como una niña, con una sonrisa franca y abierta. Se emocionó, agradeció hasta tres veces seguidas a la audiencia votante su apoyo. Nos beso con la mano abierta y extendida. Es una imagen que quedará en mí de ella. Una concursante con la mano abierta y extendida para todos. A la que vimos siempre auxiliando y dando apoyo a los demás. A todos los demás, por mucho que se diga. Ojos y oídos para nosotros, y mano tendida para sus compañeros. ¿Acaso se puede pedir más?
Me alegro mucho de este triunfo. Es, de alguna forma un triunfo inesperado por la propia protagonista del mismo, porque nunca llegó a creer en sus posibilidades. El triunfo de lo normal y común, quizá no tan común hoy en día. Es el gran triunfo de un enorme corazón. Sin pretensiones, sin preocuparse por pescar más que el resto y anotarse puntos a cada rato. Conquistando el corazón y la simpatía de quienes la vimos como alguien normal viviendo una experiencia única al tiempo que difícil y esforzada. Así consiguió meterse en el bolsillo al 66 por ciento de la audiencia votante (muy poco menos de lo que decía nuestra encuesta).
Algunos debieran aprender como se gana un reality. Aunque, por fortuna, a veces gana precisamente quien menos lo pretende, sin necesidad alguna de conocer ese complicado y oscuro mecanismo. ¡Enhorabuena Zúñiga!
Aunque el lunes próximo estaremos aquí para comentar el último debate, que personalmente aguardo con la esperanza de que nos cuenten la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre los tan mentados robos, me gustaría dedicar un par de líneas de agradecimiento en esta hora. Gracias a los 150, que hicieron un muy buen trabajo. También mi enhorabuena para ellos. Gracias a mis jefas en esta web, para quienes da gusto trabajar, si esto se puede llamar así. Gracias a tanta buena gente cuya compañía y apreciable aportación tuve durante todo este tiempo, incluso a los pro-Escassi que tanta caña me dieron a veces. Gracias, en definitiva, a todos por soportarme e inspirarme, especialmente a los más cercanos.
El lunes volvemos a vernos, por así decirlo.