Los dorados frutos de Bradbury
"Avanza en su belleza como la noche de regiones sin nubes y cielos estrellados;
y todo lo mejor de lo oscuro y lo brillante se une en su rostro y en sus ojos..."
¿Cuántas veces habré pensado o escrito este sencillo párrafo? Los que me conocen saben que era y es mi escritor favorito, absolutamente, desde niño, desde que gracias a mi padre lo descubrí. Cada vez que me han preguntado por ello en alguna entrevista ha salido su nombre y alguno de sus títulos, en especial uno: Crónicas Marcianas.
Pero hay muchos más, muchas otras obras imprescindibles nacidas de su mente y de sus manos : El hombre ilustrado, El vino del estío, Farenheit 451, El país de octubre, La feria de las tinieblas, Las maquinarias de la alegría, Las doradas manzanas del sol... ¡qué libros maravillosos!
Ha muerto Ray Bradbury, un absoluto genio, un escritor total, un gran desconocido en nuestro país a pesar de todo. No era simplemente el maestro de la ciencia ficción, era muchísimo más. Un extraordinario y poético novelista, un tipo genial, divertido, infantil, fantasioso, tierno y simpático, un ser verdaderamente ilustrado, un auténtico romántico, un investigador, un sabio, un "cachondo" que tiene hasta una estrella en el paseo de la fama... y muchas más en el firmamento.
Ha tenido una larga vida, por fortuna vivió y escribió mucho. Bradbury iba a cumplir pronto los 92 años ... Nunca fue a la Universidad... de niño fue vendedor de periódicos... de mayor todo un científico... fue guionista de películas y series de televisión... escribió cerca de 600 extraordinarios cuentos y decenas de libros... y todos iban mucho más allá de la ciencia ficción aunque no todos hayan sabido verlo y encasillaran su obra en el género fantástico (lo que tampoco importa)... fue y es uno de los más grandes cuentistas norteamericanos y Universales… creador de una prosa única y poderosa... un narrador absolutamente insustituible... creador de atmósferas siempre bellísimas y siniestras, plácidas e inquietantes... poéticas y crueles... un escritor inalcanzable para el que se agotan los adjetivos... Siempre quise escribir como él… En fin... un gran artesano, un gran creador sin parangón…
Los verdaderos amantes de los libros, de los que son de papel y nos acompañan y envejecen y nos dejan una huella indeleble, hemos perdido su talento y nos quedará de por vida la tristeza de saber que ya no volverá a crear.
La gran diversión de su vida consistía en eso, según sus palabras, en levantarse cada mañana y correr a la máquina de escribir porque alguna nueva idea se le había ocurrido. Descanse en paz... Ahí va un bello fragmento de Crónicas marcianas...
Noche de verano
Ray Bradbury
La gente se agrupaba en las galerías de piedra o se movía entre las sombras, por las colinas azules. Las lejanas estrellas y las mellizas y luminosas lunas de Marte derramaban una pálida luz de atardecer. Más allá del anfiteatro de mármol, en la oscuridad y la lejanía, se levantaban las aldeas y las quintas. El agua plateada yacía inmóvil en los charcos, y los canales relucían de horizonte a horizonte. Era una noche de verano en el templado y apacible planeta Marte. Las embarcaciones, delicadas como flores de bronce, se entrecruzaban en los canales de vino verde, y en las largas, interminables viviendas que se curvaban como serpientes tranquilas entre las lomas, murmuraban perezosamente los amantes, tendidos en los frescos lechos de la noche. Algunos niños corrían aún por las avenidas, a la luz de las antorchas, y con las arañas de oro que llevaban en la mano lanzaban al aire finos hilos de seda. Aquí y allá, en las mesas donde burbujeaba la lava de plata, se preparaba alguna cena tardía. En un centenar de pueblos del hemisferio oscuro del planeta, los marcianos, seres morenos, de ojos rasgados y amarillos, se congregaban indolentemente en los anfiteatros. Desde los escenarios una música serena se elevaba en el aire tranquilo, como el aroma de una flor.
En uno de los escenarios cantó una mujer. El público se sobresaltó. La mujer dejó de cantar. Se llevó una mano a la garganta. Inclinó la cabeza mirando a los músicos, y comenzaron otra vez. Los músicos tocaron y la mujer cantó, y esta vez el público suspiró y se inclinó hacia delante en los asientos; unos pocos se pusieron de pie, sorprendidos, y una ráfaga helada atravesó el anfiteatro. La mujer cantaba una canción terrible y extraña. Trataba de impedir que las palabras le brotaran de la boca pero éstas eran las palabras: Avanza en su belleza, como la noche de regiones sin nubes y cielos estrellados; y todo lo mejor de lo oscuro y lo brillante se une en su rostro y en sus ojos....
La cantante se tapó la boca con las manos, y así permaneció unos instantes, inmóvil, perpleja.
- ¿Qué significan esas palabras? -preguntaron los músicos.
- ¿De dónde viene esa canción?
- ¿Qué idioma es ése?
Y cuando los músicos soplaron en los cuernos dorados, la extraña melodía pasó otra vez lentamente por encima del público que ahora estaba de pie y hablaba en voz alta.
- ¿Qué te pasa? -se preguntaron los músicos.
- ¿Por qué tocabas esa música?
- Y tú, ¿qué tocabas?
La mujer se echo a llorar y huyó del escenario. El público abandonó el anfiteatro. Y en todos los trastornados pueblos marcianos ocurrió algo semejante. Una ola de frío cayó sobre ellos, como una nieve blanca.
En las avenidas sombrías, bajo las antorchas, los niños cantaban:
... y cuando ella llegó, el aparador estaba vacío, y su pobre perro no tuvo nada...
- ¡Niños! -gritaron los adultos~. ¿Qué canción es ésa? ¿Dónde la aprendisteis?
- Se nos ha ocurrido de pronto. Son sólo palabras, palabras que no se entienden.
Las puertas se cerraron. Las calles quedaron desiertas. Sobre las colinas azules se elevó una estrella verde.
En el hemisferio nocturno de Marte los amantes despertaron y escucharon a sus amadas, que cantaban en la oscuridad.
- ¿Qué canción es ésa?
Y en mil casas, en medio de la noche, las mujeres se despertaron gritando. Las lágrimas les rodaban por las mejillas y los hombres trataban de calmarlas.
- Vamos, vamos. Duerme. ¿Qué te pasa? ¿Alguna pesadilla?
- Algo terrible va a ocurrir por la mañana.
- Nada puede ocurrir. Todo está muy bien.
Un sollozo histérico:
- ¡Se acerca, se acerca! ¡Se acerca cada vez más!
- Nada puede sucedernos. ¿Qué podría sucedernos? Vamos, duerme, duerme.
El alba de Marte fue tranquila, tan tranquila como un pozo fresco y negro, con estrellas que brillaban en las aguas de los canales, y respirando en todos los cuartos, niños que dormían encogidos con arañas en las manos cerradas, y amantes abrazados, y un cielo sin lunas, y antorchas frías, y desiertos anfiteatros de piedra. Sólo rompió el silencio, poco antes de amanecer, un sereno que caminaba por una calle distante, solitaria y oscura, entonando una canción muy extraña...