¡¿"David Cantero enciende la polémica con TVE"?!
Con este rotundo titular se ha despachado hoy una página dedicada a las noticias de la TV, información que después ha saltado a una agencia que, más tarde, ha servido a diferentes medios. ¿Puede haber polémica más inconsistente que la que no existe? Todo esto viene a raíz de unas líneas que escribí en este blog, unas líneas de lo más personales y sobre las que no hacía mucho hincapié ni daba demasiadas explicaciones, entre otras cosas porque no consideré que lo merecieran.
Palabras con las que intentaba expresar una sensación compleja y, seguramente, difícil de entender por quien sabe poco de mí y de mi estrecha relación con RTVE a lo largo de casi tres décadas, y por supuesto por quien nada sabe de esa empresa. Es como si hago un comentario sobre un comportamiento irritante de mi madre y alguien me acusa de despreciarla, de insultarla públicamente, en mitad de la plaza. Los que me conocen, sobre todo mis compañeros y amigos de TVE, saben seguramente a que me refería, y que nada tiene que ver con ellos.
Soy la persona menos polemista del mundo, detesto "desatar polémicas" y aun más que me metan en ellas, detesto discutir (por no hacerlo, normalmente, soy capaz de dar la razón a quien sea), así que jamás tuve esa intención al escribir lo que escribí el 26 de octubre en una tarde tonta de otoño. Pero cuando se rompe una relación, independientemente de quien la haya roto, se generan siempre situaciones desagradables, recelos, desprecios, olvidos, reproches.
A pesar de todo, mi salida de TVE después de 28 años de intensa relación, de matrimonio, fue tan suave como inesperada, tristísima en muchos aspectos, discreta y silenciosa a pesar del ruido mediático que la acompañó. Desde entonces jamás nadie me habrá oído decir una sola mala palabra de la que fue mi casa durante más de media vida, tal vez por eso ahora algunos se han lanzado sobre ese comentario con cierta avidez, ansiosos de una polémica ficticia y bastante vacua con mi querida "madre o esposa" y con mis "hermanos".
Recuerdo el día que le comuniqué a Fran Llorente que me iba, y como los dos nos emocionamos al darnos cuenta de que ya era algo inevitable. Ya hubo antes otras lágrimas y otras apresuradas despedidas. La otra noche Fran, al que no solo me une la aventura televisiva más apasionante y fructífera que he vivido, también una ya larga amistad, me llamó un tanto preocupado tras leer mis palabras en el blog de Telecinco. Así de majo es. Le aclaré que por supuesto ese comentario no tenía nada que ver con él, ni con el pedazo de equipo que dirige y del que formé parte tantos años, con mis buenos amigos de los informativos y programas de la casa.
Mis palabras se referían a un ente impalpable, al Ente, a una empresa que, como tal, no entiende de sentimientos ni emociones a la hora de decir adiós. Me refería a lo penoso que resultó recorrer los pasillos grises y vacíos de la sede de RTVE en Pozuelo el día que firmé el finiquito, la mañana en que me tocó "entregar la placa y la pistola", como se dice. No hay nada más, me dio pena ver como se me cancelaba de los listados de personal, como se borraba todo mi pasado ante mis ojos, como se difuminaba mi nombre, mis apellidos, mis desvelos, mis aventuras, mi trayectoria, como se retiraban de la parrilla varias entregas de un programa de entrevistas que ya estaban grabadas y esperando su emisión. Como desaparecían mi alma y mi cuerpo del que fue mi lugar durante tanto tanto tiempo. En definitiva, intento explicar lo inexplicable.
Sea como sea, TVE, de inmediato, ¡como empresa!, intentó quitar hierro a la escapada de uno de sus trabajadores, al hecho de que otra empresa les hubiera arrebatado a uno de sus rostros más populares, y lo hizo de la única forma que lo sabe hacer, ignorando un pasado que aun era presente y un presente lleno de pasado. Y eso duele, aunque seas tu el que te marchas.
Si alguien ajeno a mis afectos no llega a entender estos sentimientos, esas sensaciones, esas palabras, me importa poco o nada. No uso Twitter, ni suelo frecuentar redes sociales, mi única relación con el ciberespacio es a través de los post's que, de vez en cuando, voy dejando en este blog, pero está visto que es un ejercicio de "alto riesgo", que es muy delicado intentar expresar sentimientos en la Red sin correr el riesgo de que se generen polémicas tan estériles y burdas como esta. Ya lo siento yo.
TVE, como decía, fue mi amor y la madre que me parió. Sus pasillos, sus despachos, sus platós, sus redacciones, han sido mi hogar durante más de la mitad de mi vida, toda mi carrera profesional se ha desarrollado bajo esas honorables siglas, mucho de lo que sé y buena parte de lo que soy se lo debo, y no solo a nivel profesional, allí me desarrollé como trabajador y también como persona, desde que era un jovencito inexperto. Lo he dicho y dejado claro cientos de veces, en cada entrevista que me han hecho, antes y después de marcharme, siempre he defendido su papel, su peso, su calidad, a su gente, incluso cuando nadie se atrevía a hacerlo. La memoria es frágil pero las hemerotecas no, ahí están para quien quiera consultarlas.
El mundo y los medios están así, al menos en Internet, bastan cuatro letras malinterpretadas para echar por tierra un millón de palabras repletas de respeto y buenas intenciones.
No comprendo la agresividad de algunos "cibernautas" (sigo sin saber bien a quien nos referimos cuando decimos esto), ni voy a entrar a valorar la categoría de los comentarios que, de inmediato, ha generado esta "noticia", esos que deja la gente con tanta facilidad y tanta ignorancia y tanta mala baba, llenos de insultos y afirmaciones absurdas completamente fuera de lugar. Esa es por desgracia la tónica entre los "comentaristas" en los medios digitales, la mala educación, la mala leche, el insulto, la rabia, el desprecio, la bronca, los extremos, aun más, al parecer, si se lanzan contra alguien que trabaja en Telecinco.
Seguramente algunos de los que antes me elogiaban por mi trabajo en TVE, ahora lo desprecian o lo menosprecian en Informativos Telecinco,¡es tan lamentable! No tengo mucho más que añadir, salvo pedir disculpas a quien haya podido sentirse ofendido o aludido, sé que no será así entre los que me estiman y me consideran un buen compañero y amigo.
Retiraré del blog unas frases que en ningún modo pretendieron ser polémicas, ya digo que yo con tal de no discutir... Solo tengo buenas palabras para TVE, como por fortuna, después de más de un año, las tengo para mi nueva casa. Así que para terminar empleare unas bellísimas de Neruda: "...yo la quise, y a veces ella también me quiso... Pero es tan corto el amor y tan largo el olvido...".
Pues eso, que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Mi última intención era ofender o ser polémico. Y aun me pregunto, ¿Servirá realmente de algo escribir en un blog?, cada vez tengo más dudas...
Os dejo completo el poema número 20 de Pablo Neruda, y sin ánimo de polemizar ¡eh!, sin oscuras intenciones, no se me vaya a ofender o ponerse celosa mi "nueva chica". En fin, un abrazo.
David Cantero
Poema 20
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.