Llegará el día en que enmarcar este día, el Día de las Mujeres, ya no tenga sentido. Estoy convencido. Llegará el día en que haberlo “celebrado” algún día nos parecerá algo inverosímil, inconcebible.
Llegará el día en que las mujeres no tendrán que reivindicar nada pues habrán conseguido todo, todo lo que siempre debieron tener. Llegará el día en que todos los días serán sus días y no para vivirlos subyugadas sino respetadas, valoradas, disfrutando al fin de absoluto respeto, de verdadera igualdad.
Llegará el día en que los hombres sabremos sentir y vivir como las mujeres y las mujeres sentir y vivir como los hombres. Sentiremos de verdad la empatía que nos una, pues será objetivamente lo mismo ser una cosa u otra por encima de cuanto nos distinga. Y tendremos los mismos derechos y las mismas oportunidades y el mismo trato y las mismas obligaciones y libertades, similares anhelos.
Llegará el día en que los malditos y furibundos “machos” dejarán de existir. Serán solo un mal recuerdo olvidado, una anomalía, una rareza de la especie, una errata que alguna vez existió. Solo habrá entonces mujeres y hombres, hombres y mujeres, seres humanos.
Llegará el día en que feminismo y machismo serán solo palabras perdidas, materias de estudio en los libros de historia. Llegará el día en que la auténtica igualdad no será incompatible con nuestras diferencias esenciales, con todo lo que hace distintos sin menosprecio de ninguna de las partes.
Nos deleitaremos entonces en esos gozosos contrastes que nos llevan a desearnos, a enamorarnos, a respetarnos, a complementarnos y completarnos y completar un mundo en el que cabrán con absoluta normalidad todos los sexos, ¡todos los sexos!, también los que distinguen a los gays y a las lesbianas.
Todo cabe aquí, en este raro mundo, todo menos el desprecio, la prepotencia, la arrogancia, la chulería y la ignominia de esos machos que, escudándose durante siglos en su brutal fuerza, su brutal ignorancia y su brutal falta de escrúpulos, han pretendido siempre avasallar a las hembras, apartarlas, pisotearlas, hacer de ellas seres sumisos y entregados.
Llegará el día en que todo esto nos parecerá una extraña pesadilla, un íncubo absurdo, y nos costará creer que un día fue cierto. Llegará el día en que las mujeres ocuparán todos los lugares que siempre han merecido, como madres, como trabajadoras, como amantes, como seres humanos.
Queda mucho, muchísimo por conseguir. La lucha será aun larga, muy larga. El desenlace dependerá de cada una de vosotras y de cada uno de nosotros. Pero llegará el día… Y tal vez ese día, los machos puedan al fin desprenderse de la pesada carga de culpa e indignidad que arrastran tras miles de años de desprecios, ofensas y ultrajes…
¡Feliz día!, aunque será aun más feliz cuando ya no tenga sentido señalarlo en los calendarios.