Así actúan los boinas verdes españoles
Por JOSE VALLES
Son el cuerpo de élite del Ejército de Tierra, los boinas verdes españoles. Están preparados para actuar en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo pero para eso realizan constantes y exhaustivos entrenamientos. Por primera vez un equipo de TV se ha empotrado , desde su preparación hasta su ejecución. 24 horas compartidas con un grupo de operaciones especiales con una misión simulada pero llevada a un realismo extremo: el rescate de dos rehenes secuestradas.
La grabación no va a ser fácil. Contamos con toda la amabilidad y colaboración del equipo de comunicación del Mando de Operaciones Especiales (MOE) y de los propios militares que participan en la acción, pero no habrá concesiones para la realización del reportaje. Celosos de su propia seguridad, de su anonimato y del secreto de sus procedimientos, nos piden evitar a toda costa grabar las caras de los militares operativos para que no sean identificados. Por su dedicación especial no pueden ser reconocidos por las cámaras de vigilancia de los aeropuertos internacionales. Tampoco podremos grabar directamente la entrada en el edificio donde las rehenes permanecen secuestradas a manos de un grupo de terroristas, figurantes todos ellos pero expertos soldados en esta labor. Esas imágenes nos las suministrará una cámara incorporada al casco de uno de los soldados pero será previamente limpiada de algunas técnicas que no pueden ser hechas públicas. Los periodistas, en definitiva, nos tendremos que adaptar al realismo del ejercicio y no al revés. La mejor muestra es que la acción se realizará durante la noche, algo que complica y mucho la grabación porque además no podremos utilizar luces y deberemos mantener en todo momento el mismo sigilo que ellos para no alertar al enemigo... si somos capaces.
Durante el día previo a la acción asistimos a la preparación de la misión en la Base Operativa Avanzada. Para el ejercicio la base está situada en el mismo cuartel pero en una situación real podría estar en cualquier lugar del mundo. Los mandos reciben aquí las últimas informaciones de la patrulla de reconocimiento que han enviado a la zona. Han confirmado la presencia de las dos cooperantes españolas en un edificio en el que hay no más de ocho terroristas que usan armas ligeras. También han recibido otras informaciones que apuntan a que las ejecutarán si el Gobierno no accede a sus reivindicaciones. No se va a ceder y la decisión política ha llegado: se da la orden de intervención para esta noche.
El capitán de la unidad que va a realizar la acción directa reúne a sus hombres. Les da los últimos informes de situación. A las ocho harán la revista de armas. Asistir a ese momento da cierta impresión. Tenemos ante nosotros todo un completo arsenal. Fusiles, pistolas, granadas y lo último en tecnología de visión nocturna y comunicaciones. La expedición incluye un sanitario de patrulla o paramédico, un militar con formación suficiente para taponar un balazo, suturar una herida de las gordas o solucionarte una picadura de serpiente que esperemos no nos encontremos en el camino. Los quince hombres que van a realizar la acción (en esta son todo hombres aunque hay cuatro mujeres en los grupos especiales) también destacan en este cuadro. No los imaginen como Rambo, los hay de distinto tamaño y tono muscular, pero todos ellos comparten una extraordinaria condición física curtida a base de duras pruebas y entrenamientos. Muchos de ellos están a la altura de cualquier atleta de élite. Ponen a punto sus armas. Las manejan con la misma soltura que mi compañero Jesús Martínez la cámara con la que registra sus movimientos. Lo han dejado todo listo para que no falle nada en el momento preciso.
Estamos convocados a las 11 de la noche. Nos esperan dos helicópteros “Superpuma” del Ejército de Tierra. Haremos un despegue táctico, subiremos con el rotor en marcha. Desde este momento se acabaron los focos. Pasamos a usar nuestra segunda cámara, una pequeña con infrarrojos para visión nocturna. Apenas graba hasta un par de metros por delante de nosotros. 15 minutos después el helicóptero aterriza en medio del campo. Nos desplegamos y esperamos al segundo helicóptero con el resto de la unidad. Cuando abandonan el lugar y se hace el silencio comienza la caminata.
Estamos a unos 5 kilómetros del objetivo. La marcha es más bien lenta, se hace con cuidado y con constantes paradas para escuchar la posible presencia del enemigo. La dificultad viene cuando salimos de los caminos. Gran parte del recorrido lo hacemos campo a través recorriendo el lecho seco de un riachuelo o improvisando un trazado entre jaras y arbustos con la particularidad de que no se ve prácticamente nada. La única luminosidad que tenemos es la luz ambiente que proviene de la cercanía de Alicante y una escasa luna que ronda el 7% de su amplitud. Sorprende el sigilo al caminar de los hombres que nos preceden en comparación con nuestro torpe y ruidoso andar que llegará a su máxima expresión con una aparatosa caída del que escribe, cámara incluida, sin mayores consecuencias.
Son las 2:00 de la madrugada y el sueño hace más mella que el cansancio físico pero una novedad nos despierta. Hemos llegado al punto acordado para contactar con la patrulla de reconocimiento que lleva desplegada en la zona varios días tomando información. Tenemos unos minutos de descanso mientras la patrulla ofrece las últimas novedades a la unidad. Este es el momento de hacer los últimos cambios sobre el plan de ataque previsto antes de entrar en acción.
Dura poco el descanso. Nos ponemos en marcha nuevamente hasta llegar al lugar donde se supone que verdaderamente descansaremos. Llegamos a las 3:00 y estamos a sólo 1 kilómetro del objetivo así que el silencio tiene que ser total. Aquí nos tumbamos tal como estamos sobre un suelo que no vemos rezando porque no haya “nada” debajo más que alguna piedra que podamos quitar sin peligro. Un lecho de púas de pino ejerce de improvisado colchón y la mochila de almohada pero parece que lo de dormir habrá que dejarlo para otra noche. Las estrellas fugaces nos acompañan y hacen algo más llevadero el que es sin duda el momento más duro de la jornada. Aquí los ronquidos están prohibidos. Los boinas verdes no roncan o roncan suave pero los periodistas que caen por fin dormidos a última hora por pura extenuación no conocen del peligro de alertar al enemigo.
6:00 de la madrugada. El asalto está previsto para el amanecer pero hay ya hay más luz de la deseable y arranca la operación antes de tiempo. Se solicita el despegue de los helicópteros a la base. No se va a tardar mucho. Nos acercamos con cuidado al edificio. Dos tiradores situados en los alrededores han abatido al centinela que permanecía en la puerta principal y nuestros quince hombres se despliegan en un abrir y cerrar de ojos alrededor del edificio. La mayoría de ellos se introduce en la casa y recorre las estancias en una casi total oscuridad. Revisan cada habitación iluminando con fugaces toques de linterna y acaban con seis terroristas hasta encontrar a las rehenes.
En apenas 15 minutos ha terminado todo. Una de las cooperantes tiene una pierna rota. El capitán de la operación pregunta dónde están los helicópteros. Están tardando y no se sabe si algún terrorista ha podido escapar. La seguridad aún no es completa. Por fin se escucha su llegada. La salida de la zona tampoco se hace al azar. Primero las rehenes liberadas, luego cada uno de los grupos, tiradores y patrullas que han participado en la acción.
Nosotros nos quedamos en tierra. Conversamos con los falsos terroristas De eso se encargarán ahora sus evaluadores. Los ejercicios se realizan para eso, para sacar conclusiones y perfeccionar aún más las técnicas porque algún día les puede tocar hacer una misión real como ésta en cualquier lugar del planeta. Los Grupos de Operaciones Especiales están desplegados actualmente en Afganistán, Líbano y Malí.