“¡Hay que bombardear el Prestige!”
Esta frase llegó a pronunciarse en el Ministerio de Defensa en las primeras horas de la catástrofe del Prestige. En este vídeo pueden escuchar cómo su entonces titular, Federico Trillo, confirmó el 20 de noviembre de 2002 en Telecinco que el Gobierno se lo llegó a plantear. Hundirlo en el fondo del mar y quemar con bombas incendiarias el fuel derramado era una propuesta discutible pero no una locura. Hay precedentes que en esos primeros momentos se valoraron muy en serio. Así fueron los hechos.
Miércoles 13 de noviembre de 2002. El ‘Prestige’ permanecía escorado con una vía de agua frente a Finisterre. Dos helicópteros rescatan a los tripulantes. Al día siguiente, las manchas de fuel superaban los 37 kilómetros de longitud. El temor a una marea negra llegó a los despachos. Entre las posibles soluciones, una idea llegó desde el ministerio de Defensa, posiblemente con origen en la Armada: bombardear el barco antes de que fuera demasiado tarde y quemar el fuel para evitar que llegara a la costa.
El exministro Trillo reconoció en declaraciones a Telecinco que el Gobierno barajó la posibilidad de que aviones Harrier o F-18 hundieran o quemaran el fuel del barco, pero que finalmente se descartó esa posibilidad porque el ‘Prestige’ se partió. A raíz de esta intervención se pudo confirmar que el Estado Mayor ordenó al Ejército del Aire disponer dos aviones cazabombarderos F-18 del Ala 12, desplegados en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid), por si esa hubiera sido la opción elegida. De haberse bombardeado el petrolero, los F-18 habrían utilizado misiles antibuque "Harpoon" AGM-84 para hundirlo, según comentaron en su momento fuentes del Ejército del Aire. Para incendiar el combustible se habrían empleado bombas de caída libre de la serie MK-80 de la serie BR, en la gama de 250 a 1.000 kilos.
La idea no hubiera evitado un problema ecológico pues se trata, en el mejor de los casos, de un mal menor. El propio Trillo reconoció que no habría habido seguridad de quemar todo el fuel derramado con este sistema, un procedimiento del que existen precedentes.
El 18 de marzo de 1967, el superpetrolero liberiano Torrey Canyon, cargado con 120.000 tn de crudo, embarrancó cerca de las Islas Cornwell, Inglaterra, derramando casi todo su contenido. El detergente empleado en atacar la marea negra fue casi tan dañino como el petróleo. La solución final la aportó la marina británica: roció de gasolina el fuel y bombardeo la zona.
Cuando Trillo remarca la importancia de quemar todo el fuel no le falta razón. En diciembre de 2001 Micronesia estuvo a punto de sufrir un desastre ecológico a causa de un petrolero de la marina estadounidense, el USS Mississinewa, hundido en… la II Guerra Mundial. Lo destruyó un kamikaze japonés pero su incendio no fue suficiente para quemar todos sus tanques. Un tifón abrió su deteriorado casco y EEUU tuvo que acudir para extraer el fuel a un coste altísimo.
Las bombas no acabaron con el ‘Prestige’ ni con su petróleo, para alivio de muchos. Aún así, parece que la solución finalmente elegida tampoco dio unos resultados muy convincentes.