Del 16 al 22 de abril se celebró en La Casa Encendida la edición de 2012 de Libros Mutantes . Feria editorial independiente de Madrid.
Apabullado con tanta actividad prefectamente coordinada en tan pocos días, prefiero copiar y pegar directamente un texto de Carlos Primo. Seguido por algunas de las fotos que tomé.
Todo indicaba que la nueva edición –la tercera hasta la fecha– de Libros Mutantes tenía que seguir la lógica de la mutación y de la infestación masiva: un aumento exponencial de la ambición y el alcance de la programación propuesta, y una apuesta sin ambages por llevar el concepto de la autoedición a distintas disciplinas creativas. Es un concepto complejo “autoedición”, como también lo es “independiente”, otra de las palabras recurrentes a la hora de definir la escena editorial congregada en el Patio Central de La Casa Encendida. Sin embargo, todos los problemas conceptuales y terminológicos quedaban súbitamente desanudados, en segundo plano, al pasear entre las publicaciones participantes en Libros Mutantes 2012. Fanzines, revistas de diseño, publicaciones artísticas, libros de ilustración o almanaques experimentales hablaban por sí mismos, subrayando que la tan cacareada crisis se queda en la cuneta cuando se trata de embridar a la creatividad.
Las publicaciones participantes son mayoritariamente proyectos de bajo coste, fundamentalmente personales, resultado del empeño y la ilusión de creadores –artistas, diseñadores, escritores, ilustradores, galeristas, editores, comisarios– que los conciben al margen de las exigencias del mercado: tiradas pequeñas, criterios peregrinos, técnicas gráficas poco habituales. Este año, además, Libros Mutantes era un evento internacional. El inglés era la lengua más escuchada entre los puestos, donde se codeaban artistas y editores españoles, alemanes, británicos, belgas, checos, turcos o portugueses: una auténtica Babel que demuestra que las nuevas tecnologías han sido capaces de configurar comunidades globales de producción, difusión e intercambio de ideas y proyectos. Por eso, Libros Mutantes, además de un punto de intercambio, era una metonimia: una pequeña embajada del circuito internacional de la autoedición y una avanzadilla de proyectos tan creativos, experimentales y asequibles que cuesta trabajo creer que se estén desarrollando en el más hostil de los entornos: aquí y ahora.
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