Aunque sigue sin considerarse una mujer maltratada, Sandra carga a su espalda 22 años de insultos, desprecios, control, desplantes, humillaciones, abusos… Ha llegado al límite, es suficiente un pequeño incidente para que diga basta definitivamente, pero es ahí cuando empieza el verdadero infierno para Sandra. “Su molestia y su agresividad va creciendo. Destrozó mi vida y la de mis hijos”, asevera.