La historia de Begoña: golpeada, secuestrada y testigo del maltrato a su hija pequeña

telecinco.es 21/03/2017 17:07

Begoña no tardó en darse cuenta de que su pareja no era tan perfecta como aparentaba ser. Desde el principio de la relación él sintió una obsesión por los hombres cercanos a Begoña, desde miembros de su familia hasta un obrero que pasase por la calle suponían una amenaza para él, que consideraba a Begoña una “fulana” que quería estar con cualquier hombre.

La violencia psicológica llegó pronto y Begoña comenzó a quedarse encerrada en casa: no tenía permitido salir con sus amigos, incluso su marido le llevaba comida a casa para que no fuera a comer fuera. El maltratador consiguió aislar a Begoña poco a poco, ella siempre trató de justificar el comportamiento de su pareja por el amor que le tenía: “Yo pensaba que era así conmigo porque me quería. Tenía que importarle mucho para que me quisiera solo para él”.

La primera agresión físico llegó durante sus primeras navidades juntos.Tras una noche de fiesta él apareció en casa horas más tarde que Begoña acompañado de un amigo. Sin decir nada, se lanzó contra Begoña para golpearle brutalmente la espalda. “Toda mi preocupación era qué estaría pensando su amigo que lo estaba oyendo todo. Me daba muchísima vergüenza. Yo no pensaba en lo fuerte que era que me estuviera pegando puñetazos” explica Begoña.

La manera que él tenía de normalizar las palizas era mantener relaciones con Begoña después de golpearla, “Iba de la cama a la paliza y de la paliza a la cama”. Todas las agresiones derivaban de las acusaciones que hacía él contra Begoña, asegurando que ella le estaba siendo infiel, buscaba excusas para iniciar discursiones y golpearla. Ni siquiera podía mantener una conversación con otras personas.

"A mí me ha pegado en bares, en la calle, en discotecas… Yo creo que la gente lo veía y nadie daba la cara. No entendía cómo era posible”, recuerda Begoña, algo que pronunciaba su silencio por vergüenza a lo que pudieran opinar de ella: “Yo siempre pensé que yo era una fulana y que los golpes eran merecidos. Durante mucho tiempo me sentí culpable de lo que estaba ocurriendo”.

Esta dura vida hizo que Begoña buscase una salida a su dolor en el alcohol. Su doctora de cabecera detectó su alcoholismo en un análisis rutinario y comenzó a recibir ayuda de una psicóloga a la que Begoña asistía a escondidas de su pareja. Cuando él se enteró comenzó a llamarla borracha y la amenazaba con contárselo a todo el mundo: “Para él ya no solo era una fulana, ahora también era una borracha. Recuerdo que al enterarse me metió la cabeza en la bañera con el agua helada e intentó ahogarme”. La obligaba a servirle copas y la incitaba a beber de nuevo.

El revulsivo definitivo para Begoña llegó cuando él comenzó a maltratar a su hija. La insultaba y golpeaba con objetos en la cabeza. “Le decía: eres tonta, eres gilipollas como tu madre, sois iguales las dos” se recoge en la denuncia de Begoña. Llegó incluso a cogerla por el cuello delante de sus amiguitos durante su cumpleaños. Begoña comenzó entonces a enfrentarse a él: “A mí me has maltratado 16 años, pero no voy a consentir que a mis hijos les hagas lo mismo”.

Aprovechando que la familia se iba a mudar, Begoña comenzó los preparativos para abandonar la casa con sus hijos. Cuando estuvo lista, Begoña denunció a su pareja y se marchó a una casa de acogida en Madrid, donde pasaron 16 meses. Allí se dio cuenta de la situación que había estado viviendo.