Según ha comprobado 'Amores que duelen', los datos del Ministerio de Igualdad, Servicios Sociales y Sanidad señalan en un 2,9% el número de mujeres que ha sufrido violencia psicológica emocional por parte de sus parejas. Esto quiere decir que en algún momento se han sentido asustadas, intimidadas, menospreciadas o humilladas. Begoña sabe muy bien lo que es sentir algo así porque ella forma parte del 13% de españolas que, en algún momento, han sentido miedo por parte de sus parejas.
Estos mismos datos señalan que el 64,2% de los hijos de mujeres maltratadas han sufrido maltrato también. Jezabel, la hija de ambos, ha presenciado desde que nació la violencia de su padre hacia su madre. Desde julio de 2015 la ley protege a niños como Jezabel lo fue en su día. Ella no sólo fue testigo del maltrato hacia su madre sino que lo sufrió en sus propias carnes.
Begoña asegura que su pareja llegó a romperle juguetes en la cabeza a Jezabel, pero la joven recuerda especialmente la agresión que recibió el día de su 9º cumpleaños. Además de la fiesta, de la compañía de sus amigos y de su tarta de cumpleaños, Jezabel recuerda la imagen de su padre cogiéndola por el cuello. "Me sentí impresionada, normalmente no era así conmigo", explica:
Begoña: "Con sólo verle la cara ya sabía que me iba a pegar"
Como en casi todos los casos, la relación de Begoña con su maltratador comenzó como la historia perfecta. Con promesas de amor incondicional y de una boda con la que ella siempre soñó, el maltratador consiguió captar a Begoña hasta tenerla bajo su control. Sus celos se mostraron desde el primer momento, algo que ella explica recordando el día en que sufrió su primera agresión. En un día tan marcado como es Nochevieja, su agresor se mostró molesto en cada minuto que duró la fiesta de año nuevo.
Esa noche Begoña experimentó ataques físicos por parte de su pareja hasta en dos ocasiones: primeramente en la discoteca, la zarandeó hasta echarla del lugar para ordenarle que se fuera a casa; la segunda agresión llegó en la habitación que ambos compartían, una paliza presenciada por uno de sus amigos que se encontraba en el salón. La pasividad con la que los testigos actúan ante estos delitos es algo que la psicóloga Bárbara Zorrilla denuncia: "Están presenciando un delito y como tal tienen la obligación y la responsabilidad de hacer algo."
Vergüenza, culpa y miedo: las emociones de la violencia machista
Es la vergüenza la que lleva a Begoña a romper esta relación. Sin embargo los sentimientos hacia su pareja no habían cambiado, algo de lo que él supo aprovecharse para no dejarla marchar tan fácilmente. Los celos, algo en apariencia insignificante escondían una fijación obsesiva. Según la psicóloga explica: “La vergüenza, junto con la culpa y el miedo, son emociones centrales en la vida de estas mujeres."
Begoña estuvo viviendo secuestrada en su casa por los celos de su marido. Aunque tiene sus propias llaves el miedo la paraliza, un bloqueo producto de los cuatro años que lleva recibiendo ofensas, desprecios, prohibiciones, agresiones físicas… Su única meta en ese momento era evitar conflictos a toda costa y eso pasaba por aceptar sus reglas, incluso si se trata de dejar de tender la ropa en cualquier lugar donde pudiera recibir la más mínima e insignificante mirada.
En ese momento esta víctima de violencia de género vida sintió que su vida hacía agua y, desesperada, decidió agarrarse a un clavo ardiendo para salir a flote extremadamente peligroso: el alcohol. Gracias a ayuda médica pudo ser fuerte y solucionó su nueva adicción, a pesar de los desafíos constantes que le puso su pareja. Quizás por este atisbo de fortaleza, su maltratador volvió a demostrar afabilidad y promesas de cambio… Algo que hizo que Begoña volviera a creer en él y tuvieran un segundo hijo.
El motivo para poner fin con el maltrato: la seguridad de sus hijos
Begoña, víctima de violencia durante casi 16 años, empieza a tomar consciencia del riesgo al que están sometidos sus hijos y esta vez está dispuesta a corregirlo cueste lo que cueste. Pero ponerles a salvo no parece fácil. Sólo hay una solución: abrir la puerta y poner tierra de por medio.
En 2007 el Juzgado nº 1 de Santander de violencia sobre la mujer le condena a dos delitos y decreta una orden de alejamiento de 200 metros. Muchos expertos aseguran que el hombre que agrede físicamente a una mujer lo hace en un 50% de los casos con sus hijos, aumentando al 70% si se trata de maltrato psicológico. Begoña ha conseguido poner fin a su maltrato gracias a la ley a la ayuda del centro de acogida donde ingresó. Ahora, habiendo dejado atrás su pasado, anima a todas esas mujeres a vencer su miedo para armarse con el valor de dar ese mismo paso: “Lo que viene después es una vida nueva”, asegura desde su propia experiencia.