El falso arrepentimiento por parte del maltratador de Ucanca le coloca en su papel de víctima habitual. Ucanca descubre entonces una nueva etapa de conquista en la que todo parece realmente maravillosa. Incluso su madre ve a su hija más feliz que nunca. Un nuevo brote extremadamente violento se sucede y Ucanca, muerta de miedo, decide encerrarse en el baño por miedo a una tercera agresión que, tristemente, se sucedió en cuanto abrió la puerta. “Me tiró al suelo, empezó a darme patadas, tortazos…” recuerda.