Cuando Araceli se fue a vivir con su pareja, su situación fue cada día a peor. Él se convirtió en un celoso compulsivo que seguía un ritual cada día: nada más llegar a casa recorría cada rincón para asegurarse que no había nadie con su mujer. Además de esa desconfianza y de controlar su vestimenta, forzaba a Araceli para mantener relaciones sexuales sin su consentimiento.