“Gorda”, “No vales para nada”
Elena conoció a su pareja mientras ella trabajaba en una gasolinera. Ella siempre había tenido complejo por su peso y estaba muy emocionada por tener novio y que él la fuera a buscar al trabajo, como les ocurría a las demás chicas de su entorno. Sin embargo, su relación dejó de ser idílica poco a poco y comenzó el maltrato psicológico. Míkel la llamaba “foca” y le decía que no valía “para nada”. Cosas que Elena llegaba a creer que eran ciertas.
La primera agresión física
Después de los primeros insultos, llegó la primera pelea violenta e injustificada entre Elena y Míkel. Por desconchar un trozo de pintura mientras limpiaba, Míkel pegó a Elena y, más tarde, la dejó fuera de la casa durante toda una noche, en camisón y sin permitir que se acostara. Ante una discusión tan brutal, Elena fue fuerte, hizo las maletas y se marchó a vivir con su madre. Sin embargo, su exnovio volvió envuelto en perdones y prometiendo cambiar.
Su primera hija, testigo del maltrato
La reconciliación entre Elena y Míkel tras la primera agresión fue como todas en estos casos: una luna de miel. De ese reencuentro nació su primer hijo: una niña que, posteriormente, fue testigo directo de las agresiones. La peor de ella sucedió al lado del coche, estando Elena embarazada de su segundo hijo y con la pequeña mirando por la ventana como su padre, borracho, le daba patadas a su madre.
La llamada a la policía: "Quiere matarme"
La Nochevieja del 2010, Elena recibió un mensaje de una amiga. Míkel se volvió loco de celos al pensar que era de un hombre y comenzó a pegarla pero, esa vez, Elena reaccionó, le agarró del cuello y empezó a asfixiarle en defensa propia. Cuando Míkel se libró de las manos de su novia y se dio cuenta de lo que había pasado, la agredió con el doble de rabia. Fue en ese momento cuando Elena salió corriendo, llamó a la policía y advirtió de que su pareja la “quería matar”. Para ella y para sus hijos, fue el principio del final.
EL PROGRAMA ÍNTEGRO, A LA CARTA