Empecinado en que Soraya no hiciera lo que quisiera, quedase con su madre y emprender una nueva vida en su barrio de siempre, Ángel acude en su búsqueda hasta el piso de Aída y trata de obligarla a que vuelva con él.
Por lo visto, Ángel no entiende bien el castellano, porque ambas le exigen que se vaya de la que no es su casa. Hay, además, una denuncia con su correspondiente orden de alejamiento, pero él se niega a cumplirla.
La cosa va a mayores. Ángel se envalentona, agarra a Soraya por el cuello, empuja a Aída y la tira al suelo. La violencia hace acto de aparición, pero el maltratador obliga que la madre coraje de Esperanza Sur es una mujer de armas tomar.
Armas como una plancha con la que Aída trata de salvar a su hija de las garras de este sujeto. Se la estampa en el cogote. Con tan mala suerte que lo desnuca. Contemplando su cadáver, Aída cae en la cuenta de lo que ha hecho y comprende que no le queda más remedio que entregarse.
Amarga despedida
Mientras la Policía se la lleva detenida el barrio no da créditro. Aída se despide de sus hijos. Recuerda lo bien que les ha cuidado dándoles chopped seis veces por semana. Luisma, por su parte, piensa que se la llevan por pinchar la luz. Hasta Mauricio, siempre del lado de le ley, sobre todo cuanto más represiva sea ésta, se dirige a los agentes al grito de: ¡hijos de puta!
Al fina, Aída se despide: os llevo a todos en mi corazón, y si de verdad me queréis tanto: IRSE DE AQUÍ.
Demostrar su inocencia
Ahora Aída tendrá que demostrar que es inocente. Resulta difícil alegar defensa propia cuando se ha atacado a alguien por la espalda, como hizo Aída con la plancha, pero trataba de evitar una agresión a su hija indefensa y previamente la había golpeado a ella. ¿Habrá esperanza en Esperanza Sur?