Fernando y Nuria vieron cómo un pueblo entero le daba la espalda y les hacía la vida imposible. La pareja dejó su vida en Madrid, vendieron sus domicilios y se fueron a vivir a una casa en el publo donde había estado veraneando el chico toda la vida. Sin embargo, lo que no sabían es que allí iban a ser acosados.
Las primeras noches sufrieron la dureza de algunos individuos. Ante su balcón, un grupo de jóvenes montaron una fiesta y "estaban haciendo jaleo". Fernando y Nuria no podían dormir, aunque decidieron no decirles nada durante un periodo de tiempo de la noche. Sin embargo, ante el incansable ruido, la mujer se asomó a la ventana para pedirles educadamente que dejaran de hacer ruido. La contestación de ellos, muy simple: "¡Vete a la mierda!".
"A partir de ahí empezó el acoso, una noche, otra, otra, otra...", explica resignado Fernando. Poco a poco los vecinos empezaron a odiar a la nueva pareja, escupían cuando los veían por la calle, les llegaron a tirar petardos a sus casas y los robos en su domicilio eran constantes. Además, un día bajó Fernando a rogar que se callaran los chicos y reconoce que pasó miedo: "No sabía lo que me iba a encontrar".
"Muchos vecinos nos dieron de lado", explica la pareja. El alcalde del pueblo les dijo a la pareja, sin ningún pudor: "Vosotros no tenéis derecho a hablar porque no sois del pueblo". La discriminación fue a más y cuando paseaban por las calles algún que otro individuo amenazaba al oído a Fernando y su pareja.
"Esto es obra del alcalde y su gente, que están a su servicio y a favor de él, hacen creer a la gente del pueblo lo que quieran", explica Fernando como si allí se viviese en una auténtica secta.