Un día después de su detención y horas después de la imputación de su marido, Rosario Porto llegaba a la finca familiar para ayudar a la Guardia Civil a reconstruir las últimas horas de vida de su hija. Muy tranquila, Rosario recogía frutas de los árboles e incluso sonreía mientras los investigadores buscaban pruebas del asesinato de la pequeña Asunta.