Solo le faltaba a Simona hacer comentarios machistas
La misión que tiene encomendada Simona es complicada. Como cualquier reserva que entra en la casa está obligada a hacer auténticos equilibrios en la cuerda floja. Más si, como es el caso, entra bastante después de cumplirse la primera mitad del programa. Apenas le queda tiempo para nada, lo cual incrementa su posibilidad de error. Si Simona llega a entrar con la idea de integrarse al grupo con discreción, como cualquiera haríamos en circunstancias normales, estaría expuesta al riesgo de pasar inadvertida. Pasar inadvertido para un reserva que entra tarde es sinónimo de salir escopetado de esa casa, nominado y expulsado a las primeras de cambio. La otra opción es esforzarse por destacar con urgencia, y eso también es peligroso. La sensación que queda viendo a Simona en su primera semana es que hubiera estudiado su papel, precipitándose demasiado a la hora de tomar partido. Incluso chirría que tenga tan pronto ciertas confianzas, también algunos odios africanos hacia personas que acaba de conocer.
Es algo parecido a lo que pasó con Rebeca, solo que en su caso tenía margen para no precipitarse tanto. No sucede lo mismo con Simona, cuyo reto es casi imposible. Muy hábil tendría que ser para lograr lo que pretende en menos de una semana, logrando que sus compañeros no la nominen y el público no prefiera prescindir de la nueva antes que de un habitante de esa casa desde el primer día. Ya puestos, dado que tiene los días contados, casi mejor llamar un poco la atención, generar un poco de polémica y espoliar un poco esa casa. Al menos se granjeará ciertas simpatías entre quienes nos dedicamos a comentar lo que sucede en la casa de Gran Hermano. No es mérito solo de Simona, pero resulta llamativo que tras casi 70 días de encierro no haya tenido prácticamente un solo día de tregua en el relato de estas crónicas diarias.
La conclusión sería que Simona no lo está haciendo mal, sencillamente es imposible acertar dada su complicada posición. También podría decir que debemos agradecer a Simona que haya removido un poco los cimientos de esa casa después de haber perdido cuatro habitantes en una semana. Diría todo esto si lo pensase de verdad, pero va a ser que no. En realidad, Simona entró coronando la semana de sanción por el mal ambiente reinante en la casa. No hay que ser muy torpe para concluir que el programa ni necesita ni persigue más mal rollo sino un contrapunto que compense tantos días de discusiones agotadoras, malas caras y gritos desmedidos. Que Simona evite gritar no significa que esté evitando que vuelvan a escucharse gritos en la casa. Más bien al contrario. Con sus constantes provocaciones logra que sean otros quienes griten. Habrá quien rentabilice bien la maniobra de la rumana, pero está muy lejos de cumplir lo que debemos suponer que tocaba en este momento: un poquito de paz y tranquilidad.
Curiosa esa doble moral de predicar la buena convivencia y poner la cosa complicada con una reserva que lleva la lección bien aprendida, provocando a algunos concursantes y riéndose hasta de su propia sombra. El plan es tan maquiavélico que podría hasta fascinarme. También lo haría una nueva concursante que no se hubiera posicionado tan pronto de un lado. Y, sobre todo, el problema que tengo con Simona es que no logro simpatizar con ella en ningún momento. Falta de carisma y encanto, me produce un visceral rechazo. Ni su voz, ni sus formas, ni sus bromas, ni su presunta locura, ni su descarada falta de escrúpulos, ni su torpe maldad de encargo, tienen atractivo alguno para este exigente gato.
Si ya lo tenía complicado Simona por todas las razones ya expuestas, mucho más si es casi imposible empatizar con ella. No soy capaz de describir a esta concursante en la prueba semanal, donde deben escribir el guion que luego interpretan como un guiñol humano. Simona pone voz a uno de los personajes, y solo de escucharla deseo que sea nominada esta semana y expulsada la siguiente. No es ni siquiera cuestión de piel, en este caso antes de eso están mis maltratados oídos. Decir insoportable es quedarse corto. Es todo tan exagerado en esta concursante, cosas como la falta de carisma y su nulo encanto, que parece hecho a propósito.
Ni siquiera le valdrá lo que está haciendo para evitar la nominación. No veo a Miguel, por poner un ejemplo, nominando a Bea antes que a Simona. Aunque saliera Clara, quedaría un descabezado grupo que todavía tendría dos nominaciones claras: Adara y Meri. La tercera sería Simona, evidentemente. Por su parte, Meri nominará a Rodri y Miguel, pero imposible que le diera puntos a Bea antes que a Simona. A Alain en ningún caso, por supuesto. Aunque sea a base de nominaciones de un punto, dado que parece la tercera elección clara de casi todos, no tiene escapatoria. A pesar de refugiarse desde la primera noche en el regazo de Clara, solo un milagro evitaría que Simona estuviese saliese a la palestra este jueves. Y, siendo así, tiene muchas posibilidades de acabar su experiencia, solo dos semanas después de comenzarla.
Tampoco ayuda a Simona que aun hablando poco haya metido ya la pata de forma estrepitosa. Ayer Miguel la felicitaba por lo bien que había hecho el baño. Recordemos que su tarea es fregar junto a Adara, donde no se la vio el pelo. El baño es cosa de Meri, a la que no pusieron los miembros de El Club como venganza por su buena relación con Adara. Nada de eso. “Así estará acostumbrada”, decía Simona de Meri por no haber hecho el baño. Y añadía: “Eso de una mujer dice mucho, ¿no?”. Si ya me costaba tragar con Simona resulta que nos ha salido un pelín machista. Bien por Miguel, que terció con premura: “Eso es un comentario horrible. No es una mujer. Hombres y mujeres”. Y Simona insistía, erre que erre: “Que la limpieza de una mujer, si no le gusta, dice mucho”.
Lo más curioso es que Simona no logró entender que Miguel censurase su comentario, y preguntaba: “¿Por qué está feo?”. Si llega a ser otra hubiesen seguido con el tema hasta la náusea, pero tuvieron el detalle de intentar desviar la conversación para no infligir mayor castigo. Miguel preguntaba qué hacía con sus uñas, pero Simona seguía con el tema: “No veo el comentario que he hecho sobre la mujer. La mujer tiene que ser mucho más limpia que un hombre, ¿no?”. Y vuelta la burra al trigo. El tema quedó zanjado con uno de esos comentarios lapidarios que acostumbra a hacer Clara, recibido por Simona con cara de pocos amigos. Decía Clara: “Bueno, así se educa todavía en tu país”. Como si ella conociera a la perfección la educación y costumbres rumanas. No sé si merece más que le den un pin el comentario de Simona o la respuesta de Clara.
La entrada de Simona ha sido reveladora para ver reacciones diferentes ante actitudes semejantes, y dejar en evidencia otras contradicciones flagrantes. Recuerdo como si fuera ayer que Clara decía desconfiar de los que en seguida dicen “te quiero”. Al poco de entrar Rebeca tenía una conversación con Fer en el cuarto de lavado donde hacía un análisis crítico sobre los primeros días de esa concursante en la casa. No podía entender que en seguida se hubiera abierto a todos y tuviera cariño a más de media casa. También se mostró escandalizada en otra ocasión porque Pol le dijo “te quiero”. Sin embargo, Simona parece intocable. Sus “te quiero” no merecen la más mínima crítica y que se haya integrado con tanta facilidad en su grupo debe parecerle a Clara la cosa más normal. Otro gallo cantaría si se llega a unir a Adara y Meri. Por suerte, no ha sido así, porque visto lo visto creo que Simona es más bien un lastre. Lo sería cualquiera con su mentalidad, incapaz de darse cuenta de que le están dando la oportunidad de rectificar un horroroso comentario machista.
Clara critica a Meri porque no hace el baño, una tarea que ella misma ha elegido sin haber abierto diálogo previo sobre la asignación de tareas. Es todo una enorme contradicción. A ver, todos somos contradictorios a veces, pero se trata de evitar tanto descaro. Clara criticó hasta el hartazgo que Bárbara, Adara y Bea asignaran las tareas sin haberlo discutido antes con el grupo. Pero estando ella en El Club sigue haciéndose así. Al menos aquellas aprendieron del primer error y a la semana siguiente se pactó entre todos ese reparto. Más fuerte todavía que, teniendo la limpieza del baño como tarea, Clara se negase a hacerla cada día. Su argumento fue que la ponían sola en el baño por venganza. A Meri la pusieron esta semana sola en el baño. Sea venganza o no, lo insólito es que Clara no evite comentar si Meri hace o no su tarea. Porque ella no la hizo. Ni un solo día. De forma descarada y con anuncio previo.
A pesar de sus contradicciones, Clara ha sido una de las protagonistas de esta edición. Sobre todo tras el abandono de Bárbara, Adara y Clara se quedan como las dos cabezas visibles, quienes más han contribuido a dinamizar una edición bastante coral y en la que hubo tiempo para todo. Hablo en pretérito de forma consciente, porque tengo la sensación de que no falta nada para que esté la cosa vista para sentencia. Imagino que en un par de semanas, como mucho, empezaremos a votar en positivo y esa sí que es la traca final, anuncio de que estamos cerca de ver entregar el maletín. Adara y Clara están nominadas esta semana, y yo preferiría que se marchase Alain, tapado durante medio concurso, tibio y desleal con la persona que le ha dado vida y proporcionado casi todo el protagonismo del que ha podido disfrutar. Pero está claro que este jueves se dirime un duelo. Por tanto, la cosa está entre Clara y Adara. Perdemos una protagonista y nos disponemos a vivir una recta final adelantada.
Así las cosas, creo que este jueves debería salir Clara. No puedo describir el desconcierto que me produce el análisis que algunos hacen de una realidad que soy incapaz de reconocer. En estas últimas semanas asistimos a un curioso panorama, en el cual se puede ver a Adara dando buenos consejos a Bea cuando está de bajón y dudando de su relación con Rodri. Aunque no se lleve bien con él, Adara anima a Bea para que luche sin descanso, sin malmeter jamás sino todo lo contrario. Lo mismo hace con Meri, salvando en todo momento a Alain de la más mínima crítica. Adara aconseja a Meri, y la anima a luchar por lo que quiere. Mientras esto sucede, Clara desprecia a Meri y somete a Bea a un machaque psicológico por la peregrina razón de que se ríe junto a Adara y Meri algunos ratos. ¿Hace falta decir más?
No haría falta seguir explicando por qué Adara debe seguir en el concurso si no fuera porque algunos la pintan como lo que no es, acusándola de promover discusiones sin sentido. Jamás he visto que se acuse a ningún concursante de sufrir desequilibrios emocionales. Es tan increíble todo, tan injusto, tan disparatado, tan absurdo, que se quitan las ganas de seguir comentando este bendito programa. Precisamente esta temporada que está resultando tan fácil, posiblemente la más entretenida que recordamos muchos de los que vemos el directo todo el rato, algo lo emborrona todo.
La cuestión no es coincidir o no con las simpatías respecto a un concursante u otro. Siempre digo que este es un concurso en el que la decisión de la audiencia es caprichosa y no necesita argumentarse ni se basa en habilidad o talento alguno de los concursantes. El problema es ver por todas partes retratada una realidad paralela. Y cuando digo “todas partes” me refiero a eso exactamente. Es agotador recibir constantemente un reflejo tan distorsionado de la realidad, como si pasara por un filtro deformante como el de los espejos cóncavos y convexos del Callejón del Gato. Lo que me llega todo el rato sobre una realidad de la que soy testigo es puro esperpento.
Moleskine del gato
Me van a permitir que hoy reserve este espacio para dar las gracias a todos los que logran hacer de este espacio un éxito, situándolo casi cada día entre los tres contenidos más vistos de esta web. Gracias por la fidelidad, por enriquecer la experiencia de ver este programa comentando aquí, en redes sociales, chats, blogs personales o dónde será. Gracias, de corazón.
Dejo cartelera, con Meri en ‘Mentiras arriesgadas’. Por Montse Juanilla.