Alain va a cierta tienda de ropa una o dos veces por semana
El titular de este escrito da idea de lo intensos que están siendo los días en la casa desde el pasado viernes. Quedan todavía unas galas de indudable interés, pero el panorama en la casa produce una desazón importante. Prueba de esto que digo fue el Debate de anoche. Salvo unos pocos minutos dedicados a repasar estos días, el grueso del mismo estuvo repartido entre recordar el paso de Adara o Bárbara por la casa y hacer una prospección de futuro para ver quién puede ganar esta edición. Es momento de hacer balance general y previsión de cuál puede ser el final, más que de seguir atento a lo que pasa, principalmente porque apenas pasa nada.
Lo de Alain me llamó especialmente la atención, pero siempre en el terreno de la anécdota, que cobra un protagonismo inusitado cuando hay poco que contar. Hablaba Bea de alguna prenda que tiene de cierta tienda de ropa con origen irlandés donde hubo colas sin fin durante días las últimas semanas del año pasado en su macrotienda de la Gran Vía madrileña. Alain también llevaba algo de ese establecimiento, y afirmaba: “Yo voy una o dos veces por semana”. ¿Perdona? ¿Una o dos veces por semana a la misma tienda de ropa? Es para aprenderse el catálogo completo con sus correspondientes precios. Imagino que cuando entra le llaman por su nombre, además de hacerle una merecida reverencia.
Conste que me creo a Alain, solo aprecio cierta obsesión, poco preocupante, por otra parte. Aficiones hay de todos tipos, igual que el francés presume de la suya por una tienda determinada tenemos a Miguel y su regusto por la mentira. No se trata de una adoración hacia la mentira así como así. Miguel necesita que sus mentiras estén adornadas de drama, contadas con intensidad de folclórica trasnochada. Son mentiras con un objetivo concreto, generalmente siempre el mismo. Lo que él vendría a denominar “apretar el botón del victimismo”. Él debe tener ese botón injertado bajo algún trozo de su propia piel, porque parece tenerlo siempre a mano. Tal vez no esté teniendo en cuenta que se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Y Miguel cojo no es.
Que Miguel es calvo ya está desmentido desde el primer día, pero no deja de sorprenderme descubrir cada día hasta qué punto. Ni siquiera tiene grandes entradas, si acaso la frente un poco despejada. Increíble que dramatice sobre su pelo y ahora que está rapado del todo descubrimos una sombra que va creciendo y termina cubriendo toda su cabeza. No hace falta más comprobación, Miguel se afeitaba la cabeza para ponerse una prótesis de pelo. Su problema no era que tuviera alopecia ni unas entradas muy pronunciadas. Simplemente quería tener más tupé que Jesús Hermida. Y eso solo lo podía conseguir con un postizo.
Le hemos pillado también en otras mentiras descaradas. Por ejemplo, en el famoso vídeo de su casting, ese donde decía que le gusta retorcer parejas, terminaba diciendo que no cree en el amor. Sin embargo, en la casa añoraba ser entendido bajo la clave de que es muy sentimental y le mueve siempre el amor. “Soy un apasionado del amor”, decía. Y sin sonrojarse ni nada. Para mentir mucho hay que tener una memoria privilegiada o será muy fácil ser descubierto, como le pasa a Miguel día sí y día también.
Anoche mismo volvíamos a sorprendernos de esa capacidad para crearse una vida de ficción, escasamente relacionada con la de verdad. El encendido navideño fue emotivo para todos, dentro y fuera de esa casa, pero más para Miguel. Siempre tiene que ser más que los demás, para lo cual da igual recurrir a la verdad o a la mentira. De nuevo apretando el botón del victimismo, inventado por él mismo. Esta vez el drama era que él dejó de celebrar la Navidad hace años, por determinadas situaciones familiares. Se trata de circunstancias dadas que no deberían entrar en el juego, pero así lo ha querido Miguel.
Jamás me burlaría de algo así si no hubiéramos tenido evidencias suficientes durante las últimas horas de que Miguel miente también en esto. Dice que odia la Navidad, lo cual agrava la circunstancia de llevar tiempo sin celebrarlo. Nada de cenas, decoración ni regalos, nos cuenta este concursante. Pero las redes sociales son un implacable reflejo de la realidad, y nos pueden dejar por mentirosos cuando menos nos lo esperemos. Interpreto que por esto alguna persona que conozco se ha borrado del todo, aunque es complicado eliminar completamente el rastro.
El caso es que varias publicaciones en el Facebook personal de Miguel nos dan muestra de que el odio a la Navidad le ha debido surgir de nuevas dentro de la casa de Guadalix, aunque por alguna razón se ha hecho un poquito un lío y no recuerda las cenas en casa de su tía. También se ha olvidado de las compras navideñas con las que tanto disfrutaba antes de volver a O Grove. Por Navidad, claro está.
La cosa podía haber quedado ahí, pero la fortuna no le ha de sonreír siempre a Miguel y esta vez se puso en su contra. “Me encanta la Navidad”, dice Miguel en una de esas publicaciones. Las fechas de lo publicado están entre 2011 y 2013. Todavía podía salvarle pensar que se trata de una reciente manía, lo cual no es posible teniendo en cuenta que Miguel se remitía a su infancia para explicar ese odio navideño. En realidad, era otra oportunidad más para hacer de su vida un drama. Da igual si es un drama ridículo, capaz de producir más vergüenza ajena que compasión. Lo importante es vender llanto ‘sindiano’ (sin lágrimas), sea por lo que sea. En su lucha por los cánones de la perfección debía entrar también deshacerse del odio a la Navidad, lo cual solo ha conseguido gracias a Gran Hermano. ¡Enhorabuena!
No quiero hacer sangre, pero el discurso de Miguel es cada día más disparatado y resulta hasta difícil seguirlo, al menos sin sentir la sensación de que se está riendo en nuestra cara de mala manera. La mentira es un arma que aprendemos a utilizar desde niños, generalmente a nuestro favor y para el propio beneficio. No cabe escandalizarse porque alguien lo haga en un programa de televisión, por más que tiene un componente de engaño a los más cercanos, supuestos amigos para siempre, que va más allá del concurso. Ahora bien, el problema de Miguel con sus mentiras no es que haya decidido jugar de esa manera. Tengo dicho que merece llegar a la final por lo mucho que se lo ha trabajado. Lo malo es que está siendo muy fácil pillarle en una mentira tras otra. Y esto de divertido no tiene nada.
Si aburren las mentiras de Miguel mucho más lo hace la insistencia de Meri en sostener hasta el final la posibilidad de una carpeta descartada por todos hace semanas. Todo hijo de vecino sabe ya que es imposible cualquier arreglo con Alain, diría que incluso amistoso. Cada día que pasa veo más probable que Alain sea un poco más desagradable con Meri que el anterior, aunque nunca hará nada que le pueda perjudicar demasiado. No me creo que Alain sea así de verdad. El personaje que nos ha estado vendiendo desde hace casi 90 días es sencillamente increíble. Quiere convencernos de que es perfecto. Por eso no dice palabrotas ni nada que sea mínimamente inconveniente. Pero ahí está precisamente la inconveniencia, porque eso es lo que le convierte en irreal.
No obstante, Alain sigue mereciendo un trocito de cielo por su aguante con Meri. Es precisamente a la hora de conversar con ella cuando pierde la paciencia, lo cual me llama poderosamente la atención. Meri hace tiempo que debió echar el freno. El que entienda su motivación no quita que vea excesivo su empeño. De todas formas, aquí entra el factor simpatía o antipatía por el personaje. En otras concursantes se ha disculpado todo porque en el amor todo vale. Sin ir más lejos, muchos no criticaron a Clara por declararse a Fer. No fue eso lo censurable, pero sí su reacción cuando este le dejó claro que no era recíproco lo que sentía, recordándole innecesariamente que tenía novia. Entonces Clara le acusó de estar siendo un cobarde y no decir la verdad. Es decir, tampoco aceptó el no.
En Clara estaba justificado porque todo vale en el amor. Sin embargo, Meri es una pesada incapaz de asumir que Alain no quiere más que una amistad con ella. Sinceramente, ni siquiera creo que vayan a ser amigos. Pero me parece injusto que se juzguen de forma tan distinta situaciones semejantes. Al menos Alain es un hombre libre, a quien nadie espera fuera. Eso no significa que Meri pueda hacer lo que le plazca, pero su insistencia no daña a terceras personas. Algo es algo. Es una pena que Meri pueda ser vista solo desde la óptica de su insistencia con Alain. Lo digo porque es la única que está proporcionando algunos ‘zascas’ en la casa. Es la esperanza blanca para todos aquellos que no queremos un ganador perteneciente al grupo de poder que hizo casi siempre lo que quiso en esa casa.
Moleskine del gato
Tuvimos anoche adelanto de los porcentajes ciegos, que apenas se movieron durante la emisión del Debate. Así estaban hacia su final: 46,6 %, 24,3 %, 18.4 %, 7,9 % y 2,8 %. Casi me produce más curiosidad quién puede tener menos de un 3 % que el de más votos. Lo sabremos antes, en todo caso. Este jueves ya hay un concursante candidato claro a la expulsión. Si fuera Miguel se habrían acabado sus mentiras. Si es Alain estaríamos ante la curiosa situación de que el verdugo de Adara salga con poquísimo apoyo una semana después.
No contemplo otras posibilidades para esta primera salida de un prefinalista. Esta ha sido la edición de las chicas y solo veo a Rodri posibilidades de resistir a estas dos salidas porque puede recibir algunos votos de los defensores de Bea. Aunque ya sabemos que Gran Hermano es imprevisible. Lo tenemos bien reciente.